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Código de identificación BDDH392
Nombre del responsable

Julio Salvador Salvador

Fecha de última grabación

03/01/2024

Autor

Unamuno, Miguel de

Título

Diálogos del escritor y el político — V y último La paradoja [Entrega periodística de la serie “Diálogos del escritor y el político”, 1908/12/21]

Variantes del nombre del autor

Unamuno y Jugo, Miguel de

Fecha de nacimiento autor

1864, 29 septiembre

Fecha de muerte autor

1936, 31 diciembre

Lugar de nacimiento autor

Bilbao (Vizcaya, España)

Lugar de muerte autor

Salamanca (Salamanca, España)

Actividad profesional autor

Escritor, filósofo, profesor y rector de la Universidad de Salamanca [1]

Fecha/Siglo

1908, 21 de diciembre

Tipo de producción

Original

Difusión

Entrega periodística

De

Diálogos del escritor y el político. Véase testimonio en Unamuno, Miguel de. Diálogos del escritor y el político

Materias

Filosofía [2]

Temas secundarios

Fama [3]

Escritura

Política

Cristianismo [4]

Psicología

Número de interlocutores

2

Interlocutores

Nombre: P
Categoría: Letra. Político. Representante de oficio o profesión.


Nombre: E
Categoría: Letra. Escritor. Representante de oficio o profesión [5]

Enunciación

Enunciación directa

Lenguas del texto

Castellano

Repertorios bibliográficos

OTROS: M. J. Fraga, “Los textos dialogados en la prensa española de finales del siglo XIX”, AnMal Electrónica 41 (2016), pág. 288. [6]

Tipo de testimonios

Artículos en prensa periódica

Artículos en prensa periódica

Código: 1
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Diálogos del escritor y el político — V y último La paradoja
Publicación periódica: El Imparcial, Año XLII, núm.15006, Los Lunes de El Imparcial
Fecha y páginas: 21 diciembre 1908, pág.3.
Descripción: Elaborada por Julio Salvador Salvador [BDDH392DAPv1 - 335KB]  
Ejemplar digitalizado: Madrid. Nacional, HN2696
Link: hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0000245531&page=3

Ediciones modernas

Código: 1
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: De esto y aquello. Meditaciones, soliloquios, diálogos y monodiálogos - Bellas Artes - Teatro y cine - Política y letras - Estilo
Responsable: Manuel García Blanco (prólogo y notas)
Publicación: Buenos Aires, Editorial Sudamericana, t. IV, 1954, págs. 76-81.


Código: 2
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Obras completas. Novela II y monodiálogos
Responsable: Manuel García Blanco (prólogo, edición y notas)
Publicación: Madrid, Vergara S.A., t. IX, 1961, págs. 703-708. [7]


Código: 3
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Obras completas. Teatro completo y monodiálogos
Responsable: Manuel García Blanco (introducción, bibliografía y notas)
Publicación: Madrid, Escélicer, 1968, t.V, págs. 972-975.

Notas

[1] Y podrían citarse muchas más facetas de la figura de Miguel de Unamuno, intelectual cuyo camaleónico pensamiento marcó la Edad de Plata de la literatura española. La honestidad intelectual del escritor vasco, al ser un autor que expuso —casi impúdicamente— el vaivén de sus razonamientos, se aprecia en géneros literarios como la novela —Amor y pedagogía (1902), Niebla (1914)—, la poesía —El Cristo de Velázquez (1920)— o el ensayo —En torno al casticismo (1895), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913)—. También se rastrea en sus colaboraciones en prensa periódica, en las que, por ejemplo, nos encontramos artículos de opinión o gran parte de su corpus de diálogos. Sus textos periodísticos destacan por ser una herramienta idónea con la que exponer la necesidad de un plan reformador de España (Vázquez-Medel, 2012, pág. 467), que debía pasar tanto por el plano espiritual como por el plano material. A través de la prensa Unamuno pudo exponer cuál era la misión principal del escritor en la España alicaída de inicios del siglo XX por sucesos históricos como el Desastre del 98: actuar como un apóstol civil azuzando al lector (Curtius, 1954). Unamuno llevó a cabo una colaboración periodística continuada a lo largo del tiempo (Mainer, 1980, pág. 242; Vázquez-Medel, 2012, pág. 467 y pág. 471) en cabeceras como Ahora, El Imparcial, El noticiero bilbaíno, El Sol, España, Las noticias, Nuevo mundo o, incluso, en periódicos hispanoamericanos como La Nación de Buenos Aires (Vázquez-Medel, 2012).

[2] A raíz de los diálogos anteriores, el Escritor diserta sobre la paradoja, la cual posee valor epistemológico en el sistema unamuniano (Álvarez Castro, 2005, pág. 124): “Es toda idea, o, mejor dicho, toda expresión de idea, que se desvía del común sentir, pues ‘para’ indica desviación, algo que está fuera de otra cosa, y ‘doxa’, opinión” (Unamuno, 1961, pág. 704). La paradoja se escapa de lo racional y, a partir de la contradicción, permite acercarse a lo vital (Sánchez Ruiz, 1964, pág. 155), a la verdad que se encuentra vedada para el raciocinio humano. De esta manera, tal y como indica Álvarez Castro “la principal función de la paradoja es gnoseológica, como deducimos de la lectura del quinto diálogo” (Álvarez Castro, 2005, pág. 125). Esta lucha basada en la contradicción no es, sin embargo, contra el sentido común: “No es que [la paradoja] va en contra de la corriente central y más fuerte, es que se desvía de ella para enriquecerla” (Unamuno, 1961, pág. 705). Ahora bien, la paradoja sí se opone a uno de los resultados del sentido común, el lugar común, que adocena el pensamiento y no permite ver más allá de la mera apariencia. Esta quizás sea una de las grandes críticas a la política, que vive y alimenta el lugar común, porque lucha para “vencer”, para imponerse, mas no para vivir, ni para trascender mediante el conocimiento de la esencia de las cosas del mundo.

[3] En el diálogo se va a parar a la cuestión de la fama y sus limitaciones. El Escritor señala cómo un autor puede acabar siendo predecible, momento en el que su método es conocido a la perfección por sus lectores. El peligro del éxito inmediato —no solo en la escritura, sino, incluso, en la historia— da pie a caer en los lugares comunes. De ahí que se perciba la consagración como una muerte en vida. El objetivo de un autor debe ser, por tanto, que su pensamiento esté vivo, que no se olvide, y para ello el mejor homenaje posible es ser leído y discutido (Valdés, 1964, pág. 140). Ahora bien, el Escritor apunta cómo la contradicción es inevitable, ya que no es extraño que pueda verse influido por las ideas provenientes de la opinión pública: en ese momento, cuando recibe los aplausos de todo el mundo, es cuando ha de regresar a la paradoja, para así preservar su personalidad, es decir, su singular psicología: “Y en tales casos es cuando me refugio en esas que llamáis tú y tus congéneres mis paradojas, en mis queridas paradojas. Son las que me defienden; son las que me impiden que deje de ser yo. Y yo quiero ser yo” (Unamuno, 1961, pág. 708).

[4] El Escritor se refiere a las verdades evangélicas expresadas mediante metáforas y paradojas, lo que pone de manifiesto que estas son un elemento esencial en el misterio de la fe: “La eficacia de ciertas verdades evangélicas estriba en la forma paradójica en que las expuso Cristo […]. Observa que el Evangelio está todo él tejido de metáforas, parábolas y paradojas, y no encierra, en cambio, ni un solo silogismo” (Unamuno, 1961, pág. 704). El cristianismo, por tanto, se sirve de la contradicción para exponer la libre acción de Dios (Sánchez Ruiz, 1964, pág. 255), y, por ello, el poeta, aquel capaz de descubrir y descifrar los misterios de la realidad mediante el uso de metáforas y paradojas, ha de ser considerado un traductor de lo divino.

[5] Unamuno caracteriza a los interlocutores como un político y un escritor, lo que no parece en absoluto una decisión impremeditada, puesto que en 1908 la intelectualidad española estaba inmersa en pleno debate sobre la “regeneración” de España: el sistema político de la Restauración estaba en crisis y los escritores del noventayocho estaban buscando una solución que propiciara una reforma que llegara hasta lo más profundo del espíritu de la sociedad. De ahí que en estos diálogos Unamuno haga uso de los dos especímenes sociales protagonistas del momento histórico que se estaba viviendo, cuyo instrumento de trabajo era la palabra, aunque esta fuera empleada de distinta manera: el Político se presenta como alguien mucho más directo, pragmático, sin complicaciones; el Escritor es contradictorio, ideal, complejo. No obstante, resulta llamativo apreciar, y esto se repite en toda la pentalogía, cómo se establece una jerarquía al desarrollar los argumentos: el Político adoptará una táctica socrática con la que emplaza, mediante un sutil interrogatorio, a su compañero a que desarrolle sus puntos de vista. En cierta manera, Unamuno deja que el Escritor sea quien explique, quien persuada al lector de sus tomas de posición, aunque tampoco vacila en servirse del Político para explicitar la contradicción inherente al Escritor y el choque entre el mundo real y el mundo ideal.

[6] Los Diálogos del escritor y el político figuran en el catálogo de doscientos setenta y cuatro textos dialogados hecho por Fraga, basado en los índices de las revistas de finales del siglo XIX y principios del XX de Pilar Celma Valero —Literatura y periodismo en las revistas del Fin de Siglo. Estudio e índices (1888-1907), publicado en 1991— y Cecilio Alonso —Índices de “Los lunes de El imparcial” (1874-1933), publicado en 2006—. No obstante, en dicho catálogo no se indica si los textos dialogados son o no “diálogos literarios”.

[7] Vergara S.A. pudo publicar la edición de Obras Completas de Unamuno preparada por Manuel García Blanco gracias a una concesión especial por parte de Afrodisio Aguado S.A., editorial que en 1950 comenzó a imprimir unas Obras completas en las que no se incluyeron estos diálogos. De hecho, en el índice de la edición de Vergara S.A. Manuel García Blanco da noticia de que una serie de textos, entre los que se cuentan los Diálogos del escritor y el político, sí que se podían encontrar en la edición de Editorial Sudamericana.

Bibliografía

Véase bibliografía en Unamuno, Miguel de. Diálogos del escritor y el político [Serie periodística]

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