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Código de identificación BDDH388
Nombre del responsable

Julio Salvador Salvador

Fecha de última grabación

03/01/2024

Autor

Unamuno, Miguel de

Título

Diálogos del escritor y el político — I Palabras y actos [Entrega periodística de la serie “Diálogos del escritor y el político”, 1908/11/2]

Variantes del nombre del autor

Unamuno y Jugo, Miguel de

Fecha de nacimiento autor

1864, 29 septiembre

Fecha de muerte autor

1936, 31 diciembre

Lugar de nacimiento autor

Bilbao (Vizcaya, España)

Lugar de muerte autor

Salamanca (Salamanca, España)

Actividad profesional autor

Escritor, filósofo, profesor y rector de la Universidad de Salamanca [1]

Fecha/Siglo

1908, 2 de noviembre

Tipo de producción

Original

Difusión

Entrega periodística

De

Diálogos del escritor y el político. Véase testimonio en Unamuno, Miguel de. Diálogos del escritor y el político [Serie periodística ]

Materias

Filosofía [2]

Lengua [3]

Temas secundarios

Ética [4]

Escritura [5]

Política [6]

Cristianismo [7]

Número de interlocutores

2

Interlocutores

Nombre: P
Categoría: Letra. Político. Representante de oficio o profesión


Nombre: E
Categoría: Letra. Escritor. Representante de oficio o profesión [8]

Enunciación

Enunciación directa

Lenguas del texto

Castellano

Repertorios bibliográficos

OTROS: M. J. Fraga, “Los textos dialogados en la prensa española de finales del siglo XIX”, AnMal Electrónica 41 (2016), pág. 288. [9]

Tipo de testimonios

Artículos en prensa periódica

Artículos en prensa periódica

Código: 1
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Diálogos del escritor y el político — I Palabras y actos
Publicación periódica: El Imparcial, Año XLII, núm.14957, Los Lunes de El Imparcial
Fecha y páginas: 2 noviembre 1908, pág. 3.
Descripción: Elaborada por Julio Salvador Salvador [BDDH388DAPv1 - 320KB]  
Ejemplar digitalizado: Madrid. Nacional, HN2696
Link: hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0000243166&page=3

Ediciones modernas

Código: 1
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: De esto y aquello. Meditaciones, soliloquios, diálogos y monodiálogos - Bellas Artes - Teatro y cine - Política y letras - Estilo
Responsable: Manuel García Blanco (prólogo y notas
Publicación: Buenos Aires, Editorial Sudamericana, t. IV, 1954, págs. 65-68.


Código: 2
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Obras completas. Novela II y monodiálogos
Responsable: Manuel García Blanco (prólogo, edición y notas)
Publicación: Madrid, Vergara S.A., t. IX, 1961, págs. 691-695. [10]


Código: 3
Autor: Unamuno, Miguel de
Título: Obras completas. Teatro completo y monodiálogos
Responsable: Manuel García Blanco (introducción, bibliografía y notas)
Publicación: Madrid, Escélicer, 1968, t.V, págs. 964-967.

Notas

[1] Y podrían citarse muchas más facetas de la figura de Miguel de Unamuno, intelectual cuyo camaleónico pensamiento marcó la Edad de Plata de la literatura española. La honestidad intelectual del escritor vasco, al ser un autor que expuso —casi impúdicamente— el vaivén de sus razonamientos, se aprecia en géneros literarios como la novela —Amor y pedagogía (1902), Niebla (1914)—, la poesía —El Cristo de Velázquez (1920)— o el ensayo —En torno al casticismo (1895), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913)—. También se rastrea en sus colaboraciones en prensa periódica, en las que, por ejemplo, nos encontramos artículos de opinión o gran parte de su corpus de diálogos. Sus textos periodísticos destacan por ser una herramienta idónea con la que exponer la necesidad de un plan reformador de España (Vázquez-Medel, 2012, pág. 467), que debía pasar tanto por el plano espiritual como por el plano material. A través de la prensa Unamuno pudo exponer cuál era la misión principal del escritor en la España alicaída de inicios del siglo XX por sucesos históricos como el Desastre del 98: actuar como un apóstol civil azuzando al lector (Curtius, 1954). Unamuno llevó a cabo una colaboración periodística continuada a lo largo del tiempo (Mainer, 1980, pág. 242; Vázquez-Medel, 2012, pág. 467 y pág. 471) en cabeceras como Ahora, El Imparcial, El noticiero bilbaíno, El Sol, España, Las noticias, Nuevo mundo o, incluso, en periódicos hispanoamericanos como La Nación de Buenos Aires (Vázquez-Medel, 2012).

[2] Unamuno introduce como tema central la importancia de la palabra desde una perspectiva filosófica imbricada en la tradición cristiana. La manera en que se utilice la palabra es la que permite conocer y actuar sobre la realidad circundante, pero no solo eso, sino también es la que posibilita ahondar en la esencia de las cosas y referirse “al modo propio de ser de lo conocido” (Sánchez Ruiz, 1964, pág. 186). El diálogo, al exponer dicho problema, pone de manifiesto, desde el punto de vista del Escritor, que la palabra no solo depende del raciocinio, sino también de lo irracional.

[3] El problema de la naturaleza del lenguaje también pone de manifiesto la siguiente inquietud unamuniana: la imposibilidad de llegar al conocimiento pleno de las cosas. Así, detrás de las palabras, “lo único que sabemos es que hay algo, pero no se puede saber si este algo es verdaderamente real o puramente fantástico” (Sánchez Ruiz, 1964, pág. 186). En este punto el Escritor se diferencia del Político, que piensa que las cosas no poseen fondo, que no tienen sustancia. Para el Escritor, el conocimiento total está reservado al único ente capaz de aprehender las cosas en toda su complejidad, Dios, por lo que el hombre, como no puede llegar al fondo de las cosas, hace uso de las palabras para diferenciar cada elemento de la realidad y para aproximarse a la sustancia de las cosas. Esta dimensión de la palabra afecta, por tanto, al propósito que tenga cualquiera a la hora de escribir o de hablar al público, al propósito que tenga cualquiera por incidir en la sociedad, a la forma de expresar las ideas.

[4] También es clave el debate que se establece en el diálogo entre la posición defendida por el Político —según la cual, la producción oral o escrita de palabras no puede interpretarse como una acción— y la contraria, expuesta por el Escritor. El Político mantiene que las únicas palabras que llegan a convertirse en acción son las que proceden de Dios. El Escritor afirma que no solo las divinas palabras tienen esa capacidad, y, precisamente, señala cómo el político actúa a través de las palabras de sus discursos. Dicha cuestión lleva a un tema ético crucial, el del compromiso ante las palabras emitidas: el Político acaba reconociendo que las palabras pueden identificarse con un acto, pero solo siempre y cuando exista un compromiso total con lo que se dice. La respuesta del Escritor queda en el aire y se desarrolla en el diálogo posterior.

[5] El tema de la escritura se introduce a partir de la noción de compromiso —¿un literato se compromete o no con lo que escribe?—, pero también se desarrolla a partir de si esta es útil o no. Para ello Unamuno se sirve de un símil que establece entre la palabra escrita y el ciclo del agua: el Político señala al Escritor cómo “vuestros escritos se deshacen en nubes” (Unamuno, 1961, pág. 689), a lo que el Escritor responde que las nubes regarán los campos con la lluvia. De esta forma se plantea cómo a largo plazo el acto de escribir tiene efectos en la realidad.

[6] Las menciones al mundo de la política son pocas, pero muy denotativas. Unamuno las hace a través del Escritor: el político actúa a través de las palabras que emite en sus discursos. Estas palabras provocan una cascada de reacciones, de actos de otros: “Pues todos sois centuriones; es de soldados ir al combate en que se pega y se reciben golpes” (Unamuno, 1961, pág. 688). El político, por tanto, es quien pone la cara a unas palabras, quien las dota de una “presencia personal” (Unamuno, 1961, pág. 689). Esto también explica que en el debate en torno a la utilidad, la política sea vista como algo programado, mecánico y pragmático, algo en lo que las palabras acaban despojándose de su esencia y de su sustancia.

[7] Resulta interesante apreciar cómo Unamuno estructura muchas de las intervenciones de los dialogantes mediante el uso de fragmentos de los evangelios: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra” (San Mateo, 4, 3-4), “En el principio era la palabra” (San Juan, 1, 1-18), “De mando es toda voz que sale del corazón” (San Mateo, 15: 18-19). El Escritor también se hace eco del episodio de la curación del criado del centurión recogido en los evangelios de San Mateo (8, 5-13) y de San Lucas (7, 1-10). La intertextualidad bíblica enriquece la interpretación del texto ya que, tal y como le comenta el Político al Escritor, las palabras salen “[…] de la boca de Dios, pero no de la del hombre”, lo que parece confirmarse ante el hecho de que el Escritor eche mano de las santas escrituras en sus réplicas. Este requiebro argumentativo presenta cierto carácter irónico, anticipa la naturaleza contradictoria del Escritor e introduce la cuestión en torno a la esencia de la palabra dentro del ámbito religioso y, en concreto, de la visión cristiana de la existencia.

[8] Unamuno caracteriza a los interlocutores como un político y un escritor, lo que no parece en absoluto una decisión impremeditada, puesto que en 1908 la intelectualidad española estaba inmersa en pleno debate sobre la “regeneración” de España: el sistema político de la Restauración estaba en crisis y los escritores del noventayocho estaban buscando una solución que propiciara una reforma que llegara hasta lo más profundo del espíritu de la sociedad. De ahí que en estos diálogos Unamuno haga uso de los dos especímenes sociales protagonistas del momento histórico que se estaba viviendo, cuyo instrumento de trabajo era la palabra, aunque esta fuera empleada de distinta manera: el Político se presenta como alguien mucho más directo, pragmático, sin complicaciones; el Escritor es contradictorio, ideal, complejo. No obstante, resulta llamativo apreciar, y esto se repite en toda la pentalogía, cómo se establece una jerarquía al desarrollar los argumentos: el Político adoptará una táctica socrática con la que emplaza, mediante un sutil interrogatorio, a su compañero a que desarrolle sus puntos de vista. En cierta manera, Unamuno deja que el Escritor sea quien explique, quien persuada al lector de sus tomas de postura, aunque tampoco vacila en servirse del Político para explicitar la contradicción inherente al Escritor y el choque entre el mundo real y el mundo ideal.

[9] Los Diálogos del escritor y el político figuran en el catálogo de doscientos setenta y cuatro textos dialogados hecho por Fraga, basado en los índices de las revistas de finales del siglo XIX y principios del XX de Pilar Celma Valero —Literatura y periodismo en las revistas del Fin de Siglo. Estudio e índices (1888-1907), publicado en 1991— y Cecilio Alonso —Índices de “Los lunes de El imparcial” (1874-1933), publicado en 2006—. No obstante, en dicho catálogo no se indica si los textos dialogados son o no “diálogos literarios”.

[10] Vergara S.A. pudo publicar la edición de Obras Completas de Unamuno preparada por Manuel García Blanco gracias a una concesión especial por parte de Afrodisio Aguado S.A., editorial que en 1950 comenzó a imprimir unas Obras completas en las que no se incluyeron estos diálogos. De hecho, en el índice de la edición de Vergara S.A. Manuel García Blanco da noticia de que una serie de textos, entre los que se cuentan los Diálogos del escritor y el político, sí que se podían encontrar en la edición de Editorial Sudamericana.

Bibliografía

Véase bibliografía en Unamuno, Miguel de. Diálogos del escritor y el político [Serie periodística]

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