Repertorios bibliográficos |
Antonio, N. Nova, II, pág. 341
[31]
CCPBE, n. 000015476-8
Fernández Valladares. Burgos, n. 368 (descripción) y n. 98 (de la Relación cronológica de noticias imaginarias y ediciones no burgalesas)
ICCU, n. UBOE\024337
Impresos científicos españoles, v. II-III, n. 878
Palau, VII, n. 137.681
Penney, pág. 26
Simón Díaz. BLH, XIII, n. 2135
USTC, n. 337644
Wilkinson. IB, n. 11307
OTROS: J. Apraiz, Apuntes para una historia de los estudios helénicos en España, Madrid, Imp. de J. Noguera, a cargo de M. Martínez, 1876, pág. 154
T. S. Beardsley, Hispano-classical translations printed between 1482 and 1699, Pittsburg, Pennsylvania, Duquesne University Press, 1970, n. 47 y nota en pág. 38
Bibliotheca Heberiana. Catalogue of The Library of the late Richard Heber, [Part the twelfth On Friday, July 1, and seven following days, Sunday excepted. 1836], London, 1835, VII, n. 4746
Bibliographia Medica Hispanica. 1475-1950. Volumen I: Libros y folletos, 1475-1600, Valencia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, 1987. (Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 30. Serie C), n. 296
Catálogo de la Biblioteca del Excmo. Sr. D. Pedro Caro y Sureda, Marqués de la Romana..., Madrid, Imp. a cargo de Francisco Roig, 1865, pág. 61
Catálogo de la Biblioteca del Marqués de Jerez de los Caballeros, reimpreso por primera vez en facsímile, precedido de una biografía del gran bibliófilo por Antonio Rodríguez Moñino, Madrid, Librería para Bibliófilos, 1966, pág. 91
M. Fernández Valladares, “Otro libro para Maese Nicolás: un raro tratado de flebotomía para barberos impreso en Burgos en el siglo XVI”, en Siglos dorados. Homenaje a Augustin Redondo, Pierre Civil (ed.), Madrid, Castalia-Université Sorbonne Nouvelle, 2004, t. II, pág. 443
I. García Rámila, Bibliografía burgalesa, Burgos, Publicaciones de la Institución Fernán González, 1961, pág. 154 (con el año 1540)
A. Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la medicina española, Madrid, Viuda de Jordán e Hijos, 1843, II, págs. 300-301 (con el año 1540)
L. Ruiz y J. García Sainz de Baranda, Escritores burgaleses. Continuación del «Intento de un Diccionario Bio-bibliográfico de Autores de la Provincia de Burgos», de Martínez Añibarro y Rives, Alcalá de Henares, Imprenta de la Escuela de Reforma, 1930, pág. 268 (con el año 1540)
L. Sanz Gómez, Edición crítica y estudio del “Examen de la composición teriacal de Andrómaco”, del licenciado Liaño, médico de Burgos, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2022, pág. 230
V. Soave, Il fondo antico spagnolo della Biblioteca Estense di Modena, Kassel, Edition Reichenberger, 1985, pág. 99
T. Tamayo de Vargas, Junta de libros, Belén Álvarez García (ed.), Madrid, Universidad de Navarra-Iberoamericana Vervuert, 2007, n. 1411
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Notas |
[1]
El nombre de pila del autor, Juan, no se menciona en la obra. El repaso de su tradición bibliográfica permite comprobar que este silencio se prolonga hasta la noticia que Fernández Valladares ofrece en su tipobibliografía burgalesa del siglo XVI, donde cita los documentos que la condujeron a este hallazgo: “Queda más perfilada la identidad de este –y su nombre de pila, tradicionalmente ignorado– merced a un documento del Archivo de la Catedral de Burgos, Libro 51, f. 881 r, por el que el 27 de julio de 1546 Juan de Liaño, médico, solicitó a los visitadores del cabildo que permitieran regresar a su casa a un medio racionero que estaba preso, por encontrarse muy enfermo” (Fernández Valladares, 2005, I, pág. 204, nota 232). Como detalla Sanz Gómez (2022, págs. 109-140), el trabajo posteriormente realizado en varios archivos históricos ha permitido recopilar diversos documentos que confirman esta información.
[2]
No cabe duda de que el diálogo es creación original de Juan de Liaño. Sin embargo, dentro del marco ficcional se introducen varios textos breves y autónomos de diversa naturaleza y procedencia. El de mayor trascendencia y envergadura es, como se indica en el propio título de la obra, la traducción al castellano del célebre poema sobre la triaca de Andrómaco el Viejo. Este médico de origen griego, que ejerció como arquiatra del emperador Nerón en el siglo I d. C, compuso una exitosa receta conformada por 87 dísticos elegiacos en su versión griega original. Pero como el mismo Liaño declara, su conservación y transmisión a épocas posteriores se debe a su presencia en dos tratados pertenecientes al corpus galénico. El poema se localiza concretamente en Galeno, De antidotis, I, 6 y Ps.-Galeno, De theriaca ad Pisonem, VI-VII. Con toda probabilidad, Liaño tomó como fuente alguna de las múltiples versiones griegas y latinas renacentistas de ambos tratados para llevar a cabo su traducción castellana, que adapta aquí al molde métrico de las coplas de arte mayor. En la medida en que la receta de Andrómaco se toma como modelo para la correcta elaboración de la triaca, el conjunto del diálogo se articula en torno a esta traducción. Además, el diálogo incluye otro poema farmacológico: la traducción al castellano que el propio autor lleva a cabo de la receta versificada de los trociscos hedicroos contenida en Galeno, De antidotis, I, 10. Asimismo, la obra cuenta con dos textos extraídos directa e íntegramente de sus respectivas fuentes latinas: la receta de la triaca de Andrómaco el Joven procedente de Galeno, De antidotis, I, 7 y una receta de la triaca atribuida a Andrómaco el Viejo tomada del tratado medieval latino conocido como Antidotarium Nicolai (v. Sanz Gómez, 2022, págs 69-73).
[3]
El autor figura así en su obra, con la indicación de su titulación académica, licenciado, y sin especificar su nombre de pila.
[4]
Así aparece registrado en el libro de matrícula de la Universidad de Medicina de Montpellier: Gouron, pág. 67, n. 1064.
[5]
Así en la única edición de época conocida: Burgos, en casa de Martín Muñoz y Tomé Rico, 1546.
[6]
Así en la única edición moderna realizada hasta la fecha, en Lucía Sanz Gómez, Edición crítica y estudio del “Examen de la composición teriacal de Andrómaco”, del Licenciado Liaño, médico de Burgos, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2022.
[7]
El título aparece seguido de este subtítulo de desarrollo epitomático que contiene un breve resumen del argumento de la obra y una indicación explícita de los principales destinatarios a los que se dirige.
[8]
La información biográfica disponible sobre el autor continúa siendo muy escasa hoy en día. La noticia más antigua que poseemos corresponde a su ya citado registro en el libro de matrícula de la Universidad de Medicina de Montpellier, donde aparece inscrito como alumno de la cátedra de Griffy en 1534.
[9]
La noticia más tardía que se ha logrado recuperar sobre el autor data de 1575. Es de suponer que en dicha fecha seguiría con vida dado que, de acuerdo con la ejecutoria de un pleito localizada en la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 1322,17; fecha: 3/12/1575), en ese momento se habría resuelto su disputa con un carpintero de nombre Pedro de Palacios en relación con unas obras ejecutadas en la casa del médico que aparentemente quedaron sin terminar (Sanz Gómez, 2022, pág. 114).
[10]
Aunque no se puede afirmar con absoluta certeza, es posible que el autor fuera natural de Montauban o Montisalbani -en su denominación latinizada-, ciudad occitana en el actual departamento de Tarnet-Garonne (Francia), pues es así como aparece registrado en el ya citado libro de matrícula de la Universidad de Medicina de Montpellier. No obstante, es también posible que dichas denominaciones en latín y francés hicieran alusión no a la población francesa, sino a alguna de las varias localidades españolas conocidas como Montalbán, entre las que podríamos citar La Puebla de Montalbán (Toledo), Villarejo de Montalbán (Toledo), San Martín de Montalbán (Toledo), Montalbán (Teruel), Montalbán de Córdoba (Córdoba) o Montblanc (Tarragona). Por otro lado, cabe mencionar que el sintagma “médico de Burgos” que acompaña al nombre del autor en la portada de la obra ha provocado que algunos repertorios, amparados exclusivamente en la ambigüedad de esa indicación, hayan extendido su aplicación al lugar de procedencia del autor. Por ejemplo, en Licinio Ruiz y Julián García Sainz de Baranda, Escritores burgaleses. Continuación del «Intento de un Diccionario Bio-bibliográfico de Autores de la Provincia de Burgos», de Martínez Añibarro y Rives, Alcalá de Henares, 1930, pág. 268, leemos: “Burgalés le llama a secas don Julián Apraiz en sus Apuntes para una historia de los estudios helénicos en España. Se sabe de él que fue Licenciado en medicina […]”. Sin embargo, resulta más plausible que ese “de Burgos” haga alusión a su condición de médico contratado por dicha ciudad. Como explica Sanz Gómez (2022, págs. 115-118), la posibilidad de que Liaño ejerciera como médico de partido al servicio del Regimiento burgalés encaja bastante bien con los exiguos datos que se han recopilado sobre él y con el contexto en que la obra vio la luz.
[11]
Tanto la portada de la obra como diversos documentos de archivo nos informan de la profesión y titulación académica precisa del autor: médico licenciado. Que sepamos, Liaño recibe el apelativo de doctor en una única ocasión, en un documento fechado en 1575 (ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 1322,17), pero no podemos asegurar que efectivamente alcanzara a titularse como tal. Asimismo, parece probable que el sintagma “de Burgos” que acompaña a la indicación de la profesión del autor hiciera alusión a su condición de médico contratado por dicha ciudad. Se ha barajado la hipótesis de que Liaño ejerciera como médico de partido al servicio del Regimiento burgalés apoyándose en el análisis de la propia obra y del contexto en que esta vio la luz. Aunque no se puede afirmar con absoluta certeza, el hecho de que el autor compusiera su obra al amparo del corregidor de Burgos y con una finalidad correctiva y divulgativa hace pensar que su redacción pudo estar vinculada a sus responsabilidades como médico de la ciudad. En este sentido, hay que tener en cuenta que el control del ejercicio de médicos y boticarios formaba parte de las competencias de los médicos contratados por dicha institución. Además, la explicación de que se escogiera la humilde imprenta de Martín Muñoz en lugar del emporio de los Junta puede encontrarse en la preferencia del Regimiento burgalés, que se decantó en los años centrales del siglo XVI por talleres independientes del emporio de los Junta (Sanz Gómez, 2022, págs. 111-118).
[12]
Francisco de Castilla (Palencia, 1490–?, 1569) fue un noble castellano perteneciente a la estirpe de los descendientes del rey Pedro I de Castilla. Estuvo relacionado con el entorno de la corte y desarrolló una importante carrera en la administración, en la que ocupó diversos cargos a lo largo de su vida. En Burgos ejerció como corregidor de la ciudad; varios documentos localizados en el Archivo General de Simancas lo sitúan en este cargo en los años 1544 y 1545, tal y como se afirma en la dedicatoria. Fue también un hombre de letras, dedicado al estudio y la escritura, como prueban sus al menos siete obras conocidas (v. Laura Canabal Rodríguez, «Francisco de Castilla», en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico: http://dbe.rah.es/biografias/58597/francisco-de-castilla y Sanz Gómez, 2022, págs. 84-91).
[13]
Los interlocutores de este diálogo explican, discuten y comentan pormenorizadamente la receta, los usos, los principios de acción y la forma de preparación de un medicamento en particular: la triaca, un remedio milenario que desde su invención en la Antigüedad Clásica mantuvo un lugar muy destacado en la terapéutica, incluso hasta bien avanzado el siglo XIX. Era un compuesto normalmente integrado por más de 70 simples de los tres reinos de la naturaleza que, de acuerdo con el conocimiento médico del siglo XVI, se consideraba capaz de combatir prácticamente cualquier síntoma o enfermedad que alterase la salud. Conservaba su fama primigenia como potentísimo antídoto, se consideraba eficaz en el tratamiento de un gran número de enfermedades y se empleaba también como preventivo y fortificante. Además, este medicamento tuvo un papel capital en la sociedad castellana y europea renacentista por sus implicaciones económicas, sociales y políticas.
[14]
El diálogo refleja, a través de la discusión entre sus personajes, la controversia sobre las fuentes de autoridad del saber médico que enfrentó a diferentes corrientes intelectuales dentro del ámbito médico-académico del Renacimiento europeo. Liaño y su alter ego en la ficción, Silvio, se sitúan en la corriente intelectual conocida como "humanismo médico". Como médico humanista, Liaño preconiza la recuperación del saber de los antiguos a través de la aplicación de la crítica textual. Así, ensaya un método de trabajo basado en la filología, pero también tiene en cuenta los saberes extraídos de su experiencia personal y aquellos vinculados a la vertiente práctica de los oficios de médicos y boticarios. Todo ello favorece el desarrollo de un criterio propio cada vez menos supeditado al peso de las autoridades.
[15]
El diálogo constituye una muestra representativa de las habituales controversias acerca de la adecuada identificación de los simples medicinales que surgieron entre los médicos humanistas. Los interlocutores dedican gran parte de la conversación a argumentar sus distintas posturas y propuestas para identificar cada ingrediente pautado en la receta de Andrómaco y localizarlo entre las sustancias que se encuentran a su alcance -ya sea en su propio entorno o a través de las vías comerciales que surtían las ciudades castellanas-, lo que les conduce a enumerar los sinónimos empleados para designarlo por las distintas fuentes, lenguas y tradiciones y a tratar de detectar y deshacer las habituales confusiones producidas a lo largo de este proceso de transmisión. Puesto que la mayor parte de los ingredientes citados pertenecen al reino vegetal, las explicaciones sobre botánica ocupan gran parte de la conversación.
[16]
En el diálogo se incluyen algunas explicaciones que se podrían encuadrar dentro del ámbito de la biología, como por ejemplo las relativas a la morfología, alimentación y hábitat de las víboras, con cuya carne se preparaban unos trociscos que constituían uno de los ingredientes estrella de la triaca; o algunas de las vinculadas al castóreo, ingrediente de la triaca de procedencia animal, que los antiguos decían extraer de los testículos del castor.
[17]
Burgos es el marco espacial donde se desarrolla el diálogo y donde tiene lugar el acontecimiento que actúa como detonante de la composición de la obra: la preparación pública de la triaca en una de sus boticas. A lo largo del texto aparecen alusiones más o menos explícitas a esta ciudad, donde se entiende que los personajes ejercen sus respectivas profesiones.
[18]
Uno de los propósitos fundamentales del diálogo es corregir paso por paso los errores y malas prácticas de los boticarios encargados de confeccionar la triaca que el autor detectó durante una preparación pública del medicamento en una botica burgalesa. Su intención es, por tanto, instruirlos en el correcto ejercicio de su oficio. Por ello, critica metódicamente su actuación y les lanza reproches acerca de su deficiente formación teórico-práctica o su impericia con el latín. En ciertas ocasiones este cuestionamiento se entremezcla con críticas de tipo deontológico.
[19]
Liaño vierte también una serie de críticas que apelan a la ética profesional de los boticarios. Por ejemplo, señala la pereza y la ociosidad de aquellos que malgastan el tiempo en tareas vanas y se mantienen excesivamente apegados a las costumbres adquiridas en lugar de actualizar sus conocimientos. Y también alude en varias ocasiones a la codicia y vanidad como causa y explicación de su mala praxis: sería su afán de lucro personal y de acaparar fama lo que los llevaría a engañar en la dispensación de los medicamentos, a trocar unos por otros y a preocuparse mucho más por las ganancias que por la curación del enfermo.
[20]
A lo largo de la obra se abordan tangencialmente varias cuestiones teóricas en relación con la triaca, como, por ejemplo su principio de acción mediante su forma específica, es decir, mediante una nueva propiedad adquirida tras la mezcla de todos sus ingredientes, lo que no impedía que también tuviese otras propiedades derivadas de las cualidades de algunos de sus componentes. Asimismo, en relación con los venenos y sus antídotos se trata, por ejemplo, del principio de la terapia simpática, en virtud del cual la causa de un mal puede aportar su remedio, o del principio según el cual el veneno de ciertos animales solo es nocivo en caso de entrar en contacto con la sangre, pero no si es ingerido.
[21]
Entre los ingredientes de la triaca se encontraba un buen número de sustancias procedentes del reino mineral, como la caparrosa, la tierra de Lemnos, el calquitis o el bolo arménico.
[22]
Liaño justifica la elección del castellano frente al latín por el carácter más asequible del vernáculo. De este modo, prioriza la adaptación a las necesidades lingüísticas de sus destinatarios preferentes, los boticarios castellanos, que no dominaban el latín. Asimismo, la conversación entre sus personajes da cuenta de la existencia de una idea extendida sobre el rechazo de los médicos humanistas a la literatura en romance. Silvio afirma haber recurrido a ella por razones de tipo práctico, si bien, en su opinión, las lenguas clásicas son más elocuentes y elegantes que la castellana. Además, el diálogo se ve enriquecido por diversos contenidos de tipo metalingüístico (etimologías, definiciones, sinonimias…) que normalmente surgen al hilo de la explicación de los distintos simples medicinales.
[23]
En relación con la traducción castellana del poema de Andrómaco el Viejo se lleva a cabo una defensa de la poesía como vía para la transmisión de conocimientos científicos. Ante la sorpresa y reticencias de Maturino, que encarna a los detractores del verso en este ámbito, Silvio justificará su pertinencia aduciendo argumentos variados de autoridad y encareciendo su utilidad para preservar los textos de las erratas y las falsificaciones. Para apoyar esta postura se cita una extensa nómina de autores de obras médicas y no médicas en verso que incluye a Homero, Virgilio, Esopo, Ovidio, Lucano, Juvenal, Plauto, Marcial, el rey David o Bernardo de Claraval, por citar solo a algunos de ellos.
[24]
Tanto en la epístola dedicatoria como en la ficción del diálogo se narra un acontecimiento que actúa como detonante de la composición de la obra: una preparación pública de triaca en una botica burgalesa que suscita controversia entre los boticarios, el médico y las autoridades civiles asistentes y que desencadena la necesidad de corregir e instruir a los profesionales encargados de preparar este medicamento. Al relato de este evento se suma un nutrido repertorio de breves narraciones intercaladas de tipo histórico y autobiográfico. Normalmente poseen la doble función didáctica de amenizar la lectura y de reforzar la argumentación. Las de tipo autobiográfico relatan lo sucedido en la reunión en la botica burgalesa, episodios que permiten poner de manifiesto la formación universitaria de Silvio, su encuentro con reputados médicos y boticarios contemporáneos (entre los que se encuentran el médico francés Jean Ruel y los boticarios Jacques de Farjas, Tolosa, Jerónimo de Torres y Bartolomé de Alba), así como experiencias profesionales de ambos interlocutores relacionadas con la obtención de productos medicinales y la preparación de la triaca. Las narraciones de origen libresco traen a la conversación sucesos de trasfondo histórico, cuentecillos y exempla, como por ejemplo es el caso del suicidio de Cleopatra, mencionado para ejemplificar la letalidad del veneno de la quersea, o el del cuentecillo del leproso de Castilla, que muestra la propiedad curativa de la carne de víbora y la presencia del principio homeopático en el mecanismo de acción de la triaca.
[25]
Según se desprende de la conversación de los personajes, la práctica de la traducción se entiende como una de las actividades propias del sabio humanista. Dentro de un juego de ficción, Silvio, el médico que actúa como alter ego del autor en el diálogo, se consagra a ella al traducir al castellano el poema de Andrómaco el Viejo sobre la triaca y el poema de los trociscos hedicroos que Galeno incluye en De antidotis. Asimismo, a lo largo de la obra se lanza una crítica contundente a los considerados malos “intérpretes” -es decir, traductores- de Galeno, Serapión y otros autores clásicos, a quienes se hace responsables en buena medida de la deturpación y falseamiento de los textos y, por tanto, del estado de deterioro de la farmacia y la medicina.
[26]
Nombre probablemente inspirado en el del célebre médico helenista francés Jacques Dubois (1478-1555), más conocido como Jacobus Sylvius o Silvio. Sylvius se formó en París y allí enseñó medicina vinculado a distintas instituciones hasta su muerte, a excepción de un periodo de dos años, entre 1529 y 1530, en el que se trasladó a Montpellier para titularse en su facultad. Liaño pudo haber entrado en contacto con él o incluso haber sido discípulo suyo durante su periplo europeo, en las décadas de 1520-1530. O sencillamente pudo conocerlo de oídas o a través de la lectura de sus obras. En todo caso, parece que quiso aprovechar su fama como profesor de anatomía y como reputado recuperador del legado galénico y defensor de radicales posturas helenistas para construir su personaje (Sanz Gómez, 2022, pág. 125).
[27]
Silvio se presenta a lo largo de la obra como un sabio de amplísima formación y competencia profesional, además de como representante ideal del médico humanista. Su juventud se conecta con la voracidad por el estudio -que lo ha llevado a viajar más allá de las fronteras nacionales y a conocer los centros médicos europeos de mayor prestigio-, y con el espíritu de renovación de las prácticas tradicionales. Su carácter sosegado y paciente, así como la actitud crítica, razonadora y paternalista de sus explicaciones, completan esa imagen de representante ideal de un tipo de profesional específico y refuerzan el crédito de su papel docente en el diálogo. En la obra ejerce como alter ego del autor y portavoz de sus posturas. Ambos comparten profesión, ciudad y contexto social, cultural y profesional, así como una marcada voluntad crítica con respecto al grupo profesional de los boticarios. De hecho, se han podido detectar algunos paralelismos entre ficción y realidad en este sentido en la medida en que ciertos aspectos de la biografía del personaje encuentran respaldo en la realidad histórica contemporánea y, con mayor o menor grado de certeza, también en la trayectoria vital del propio Liaño (sobre la caracterización literaria de este personaje v. Sanz Gómez, 2022, págs. 118-140 y 174-181).
[28]
De acuerdo con su propia etimología, la palabra Maturino procede del latín maturus, ‘maduro’. Se trata, pues, de un nombre parlante o connotado que alude a una de las características definitorias del personaje, su vejez, y que contribuye decisivamente a su caracterización (Sanz Gómez, 2022, págs. 181-182).
[29]
La caracterización del boticario Maturino está mediatizada por su papel de discípulo y la identificación que podríamos establecer entre este y los boticarios castellanos, destinatarios preferentes del texto. Maturino funciona en gran medida como representante «ideal» del grupo de profesionales a los que se dirige el texto. Como boticario, es depositario de un saber de carácter práctico, transmitido artesanalmente y apegado por tanto a costumbres profundamente asentadas. De hecho, su vejez, uno de sus rasgos definitorios, se asocia a la cerrazón intelectual propia de aquellos que nunca han salido de su ámbito profesional más cercano y restringido. Sus conocimientos teóricos están anclados en la tradición médica árabo-latina, no domina las lenguas clásicas y, en consecuencia, no tiene acceso a las versiones depuradas de las obras de los autores clásicos que escribieron sobre materia medica en general y triaca en particular. Por este motivo, en su desempeño profesional cotidiano comete continuos errores. Sin embargo, se diferencia de aquellos boticarios en los que recaen las críticas más duras en su progresiva disposición a ser cuestionado y su voluntad de aprender, reformarse y modificar sus prácticas. De este modo, se erige en modelo de conducta para el lector, suavizando el impacto de unas críticas que atacaban muy directamente a los profesionales de aquel entonces (sobre la caracterización literaria de este personaje v. Sanz Gómez, 2022, págs. 181-188).
[30]
La lengua principal del texto es el castellano, cuyo empleo se anuncia y justifica en la obra por el deseo expreso del autor de hacerse entender por los boticarios castellanos encargados de preparar la triaca, sus destinatarios preferentes. Asimismo, la obra incluye un total de cinco textos autónomos en latín que se insertan en la ficción conversacional en marcha: cuatro recetas y una lista de las enfermedades curadas por la triaca, tomados íntegramente o inspirados en diversas fuentes medievales y renacentistas que son objeto de examen y comentario. Además, el diálogo contiene un número nada desdeñable de citas breves en latín y de términos en lenguas clásicas -estos últimos mayoritariamente latinos, aunque también hay alguno en griego- que se introducen en las intervenciones en castellano de los personajes. Concretamente, los términos en griego son muy escasos y, debido a que la imprenta de Martín Muñoz y Tomé Rico no disponía de tipografía griega, en la edición hay dos espacios en blanco reservados para la incorporación de forma manuscrita de estas palabras.
[31]
Por errata da el año 1540, lo que ha generado una edición imaginaria muy reiterada por los repertorios clásicos hasta que Fernández Valladares desestimó su existencia (Fernández Valladares. Burgos. Relación cronológica de noticias imaginarias y ediciones no burgalesas, II, n. 98).
[32]
La de Liaño es la primera de las tres únicas ediciones llevadas a cabo en el humilde taller de Martín Muñoz y Tomé Rico o del Río, que funcionó en Burgos entre 1546 y 1547. Tal y como se dice en el colofón, estaba situado «en el arraual de Vega», uno de los lugares más dinámicos de la ciudad, con varios libreros e impresores asentados en él. La segunda publicación que vio la luz en esta imprenta, en mayo de 1547, es el Tractado muy provechoso del anatomía y flebotomía de venas y arterias, y del anatomía de los nervios: con un tractado de ventosas y otro de sanguijuelas, con unas reglas generales para saber los días aptos para las sangrías, obra del doctor Francisco de Molina. Este tratado, afín en gran medida a la obra de Liaño, puesto que ambos coinciden en temática y destinatarios y se enmarcan dentro de una literatura profesional de tipo técnico y divulgativo con un marcado carácter utilitario, incluye por primera vez, junto al nombre de Martín Muñoz, el de su socio Thomé Rico, ambos emparejados bajo la denominación de impresores. La identidad de Tomé Rico y su asociación con Martín Muñoz quedan confirmadas por el concierto para la impresión de la tercera y más conocida obra publicada por esta imprenta: el Libro primero y segundo del valeroso e invencible Príncipe don Belianís de Grecia, de Jerónimo Fernández, con colofón del 8 de noviembre de 1547. Además, la propiedad compartida de la imprenta se habría puesto de manifiesto con anterioridad a través de la presencia de las iniciales de sus nombres, ‘T M’, al pie del grabado que utilizaron como marca, y que encontramos ya en la portada del libro de Liaño, así como tras el colofón del de Molina (v. Fernández Valladares, 2004, págs. 435-447; 2005, I, págs. 203-207 y 2010, págs. 572-575 y Sanz Gómez, 2022, págs. 236-248).
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