Notas |
[1]
Se refiere a la “casa de ocho o nueve pisos” (pág. 9), “fea y confortable” (pág. 9), que originará el debate entre los dos personajes.
[2]
Con este seudónimo firmaba Espina los artículos que empezó a publicar en el ABC tras su vuelta del exilio mexicano (Rey Faraldos, 1994, pág. 60). Según López de Zuazo (1988, pág. 469), también lo empleó durante los años 1938 y 1939 en el mismo periódico.
[3]
Entre la producción literaria de Espina encontramos poemarios (Umbrales, 1918, o Signario, 1923), novelas (Pájaro pinto, 1927) y biografías (Luis Candelas, el bandido de Madrid, 1929, o Ganivet, el hombre y su obra, 1942), entre otros géneros. También fue un activo colaborador en varias cabeceras (El Sol, Revista de Occidente, El Liberal, La Gaceta Literaria, etc.) que publicaron artículos suyos sobre diversos temas (López de Zuazo, 1988, pág. 469; Pego Puigbó, 2018, sin pág.).
[4]
A partir del aspecto que tiene el nuevo rascacielos frente al café en el que conversan, ambos interlocutores debaten sobre el lugar del arte y lo estético en el mundo moderno. Se pueden encontrar otras reflexiones del autor al respecto en los siguientes artículos: Antonio Espina García, “Arquitectura adrede”, en Factótum, 2 (2001), págs. 30-32; y Antonio Espina García, “Arte nuevo”, en España, 285 (1920), págs. 12-13. En el primero de ellos, Espina revisa el cambio de paradigma a través de los edificios del espacio urbano, al igual que en este diálogo.
[5]
La uniformidad de la ciudad moderna se asocia con el socialismo, adalid de la utilidad como criterio estético para los personajes.
[6]
A lo largo del diálogo, los interlocutores citan a varios autores españoles (Ricardo León, Salaverría, Linares Rivas, etc.), con un fin evidentemente satírico en la mayoría de casos. También mencionan a Rubén Darío al cerrar el diálogo, recitando unos versos de su poema “La gran cosmópolis (meditaciones de la madrugada)”, inspirado en Nueva York (puede consultarse en: Rubén Darío, Poesías completas, 2 vols., Madrid, Aguilar, 1967, II, págs. 1116-1118).
[7]
Desconocemos si, efectivamente, el interlocutor encarna al propio autor.
[8]
Aunque se intuye que el interlocutor principal es escritor, al igual que su compañero, solamente podemos confirmar su pertenencia al mundo artístico, sin mayor especificidad: “YO.— (…) quedando a los artistas el pequeño consuelo de su vanidad y el castigo de su pobreza. ¡Se ríen mucho! Les divertimos mucho (…) ” (pág. 9). En cambio, la siguiente cita deja clara la dedicación poética de Santo Campo: “ÉL.—(Simbólicamente.) Mientes. Yo soy un elegido del ripio. Jamás claudicaré” (pág. 9).
[9]
Un amigo del primer interlocutor, apellidado Santo Campo, según el preámbulo.
[10]
El ejemplar digital procede de la Hemeroteca Digital de la BNE, pero la descripción se ha realizado, por motivos de disponibilidad, con consulta directa del fondo de la Biblioteca del Ateneo de Madrid, sin diferencia, en este caso, entre ellos.
[11]
La introducción se encuentra en las págs. V-VI; el estudio de Tuñón de Lara, en las págs. VII-XVII; y el de Montero, en las págs. XIX-XXII.
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