Notas |
[1]
Luis Taboada empleó el pseudónimo “Juan Balduque” en sus publicaciones en La Concordia, Faro de Vigo y Madrid Cómico. Alude a su labor como secretario, ya que balduque significa “cinta estrecha, por lo común encarnada, usada en las oficinas para atar legajos” (DRAE, 23.ª ed.).
[2]
El autor firmó como “Calcetín” en sus publicaciones en periódicos barceloneses (López de Zuazo. Catálogo periodistas s. XX, s.v. Taboada y Coca, Luis, pág. 601 y López de Zuazo. Diccionario seudónimos s. XX, s.v. Balduque, Juan y Calcetín, págs. 26 y 35.).
[3]
Luis Taboada comenzó el oficio periodístico en su ciudad natal, publicando en periódicos como Faro de Vigo o El Meteoro. Al llegar a Madrid, se casó y trabajó como funcionario en las secretarías de distintos ministros y presidentes del Gobierno, aunque fue retomando su labor periodística en El Mundo Cómico o El Cascabel. Sin embargo, fueron sus crónicas escritas para el Madrid Cómico de Sinesio Delgado las que le permitieron profesionalizarse y publicar en El Imparcial, así como en revistas como La Ilustración Española y Americana, El Gato Negro, El Nuevo Mundo, La Ilustración Ibérica o Blanco y Negro (Taboada, 1900). Aunque también publicó novelas y comedias, Taboada triunfó cultivando el género de la crónica festiva, con el que realizó una amable sátira de la sociedad de su tiempo en el contexto de la Restauración (Almuiña, 1972, págs. 13-18 y García de Castro, 1972, págs. 161-163). El objeto predilecto del humor de sus crónicas, recogidas en colecciones como Madrid en Broma (1891) o La vida cursi (1902), fue la clase media matritense, con su vida marcada por la pretensión y las apariencias.
[4]
El protagonista, el Señor de Tribulete, destila vanidad e hipocresía, ya que predica la templanza en las dos primeras partes del diálogo mientras que, en la tercera y última, descarga su ira en la plaza de toros. Además, de acuerdo con su mojigatería, acude diariamente a misa y procura que los demás se adecúen a su estricto código moral.
[5]
El Señor de Tribulete considera que los toros son una mera distracción, pero los vive con fanatismo. Cabe precisar que la tauromaquia fue una actividad de ocio primordial para la sociedad española de finales del siglo XIX y principios del XX (Rueda, 2006, págs. 459-464). Por otro lado, Ceneque, su interlocutor al comienzo del diálogo, alude a una obra dramática de Galdós, considerado subversivo por el Señor de Tribulete, que reconoce no acudir nunca al teatro.
[6]
La doble moral del Señor de Tribulete, unida a su falsa caridad al vanagloriarse de presidir la Sociedad redentora del sereno caído, que realiza una labor peregrina, reflejan su falsa religiosidad y su alejamiento de la espiritualidad cristiana.
[7]
Una de las preocupaciones esenciales del Señor de Tribulete es el honor. Por ello, preside la Sociedad redentora del sereno caído, a través de la cual aspira al reconocimiento social, y vigila la honra de sus hijas, a las que pretende alejar de las reuniones sociales frecuentadas por jóvenes.
[8]
En el diálogo, se muestra el ejercicio del toreo y se reflejan los prejuicios sociales que existían sobre los serenos.
[9]
El Señor de Tribulete conversa con un personaje distinto en cada una de las tres partes del diálogo.
[10]
En la primera parte del texto, Ceneque y el Señor de Tribulete conversan por la mañana en la calle.
[11]
En la segunda parte, la Señora y el Señor de Tribulete conversan en casa durante el almuerzo.
[12]
En la tercera parte, Paco y el Señor de Tribulete mantienen una breve conversación por la tarde en la plaza de toros.
[13]
Los Lunes de El Imparcial fue suplemento semanal de El Imparcial desde el 27 de abril de 1874 hasta el 2 de mayo de 1933.
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