Repertorios bibliográficos |
Antonio, N. Nova, I, págs. 740-741
Palau, VIII, n. 159605, n. 159606 y n. 159607
[8]
Wilkinson. IB, n. 12731 y n. 12970
Otros: R. M. Fernández de Zamora, Los impresos mexicanos del siglo XVI: su presencia en el patrimonio cultural del nuevo siglo, México, UNAM, 2009, n. 71 y n. 82
J. García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo XVI, Agustín Millares Carlo, nueva ed. México, FCE, 1954, n. 77 y n. 87
J. T. Medina, La imprenta en México (1539-1821), Santiago de Chile, Imprenta del autor, 1912, vol. 1, n. 73 y n. 84
J. Pascual Buxó, Impresos novohispanos en las bibliotecas públicas de los Estados Unidos de América (1543-1800), México, UNAM, 1994, pág. 20
L. Resines Llorente, Catecismos americanos del siglo XVI, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1992, n. 59
G. Rodríguez Domínguez, La imprenta en México en el siglo XVI, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2018, n. 78 y n. 96
A. A. M. Stols, Antonio de Espinosa, el segundo impresor mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, n. 18
Conde de la Viñaza, Bibliografía española de lenguas indígenas de América, Madrid, Est. Tip. Sucesores de Rivadeneyra, 1892, n. 66
E. R. Wagner, Nueva bibliografía mexicana del siglo XVI, México, Editorial Polis, 1940, n. 68a y n. 74.
|
Notas |
[1]
Fray Juan de Medina Plaza es un personaje de quien se habla poco en las crónicas agustinas, pues su nombre nunca aparece en la lista de los 232 frailes peninsulares que pasaron a la Nueva España con las 21 misiones que arribaron procedentes de España entre 1533 y 1598 (cf. Rubial 1989, Apéndices, Cuadro 1). Juan de Medina Plaza fue un fraile que hizo su profesión religiosa en España y que pasó a México desde Sevilla o Cádiz; hoy, Pablo Beaumont en su Crónica de Michoacán, refiere que fue uno de los fundadores del convento de Guadalajara (cf. Beaumont 1987, pág. 442). Para el año de 1559 Juan de Medina Plaza era prior del convento de Tacámbaro, ya que en esa fecha el fraile recibió la cantidad de 200 pesos para proseguir la obra y edificio del monasterio, que en años anteriores había sufrido varios incendios (microfilm conservado en el ex convento de Tiripetío procedente del Archivo General de Indias, Sevilla, Contaduría, Legajo 664, s/f, Cuentas tomadas al tesorero Fernando de Portugal). Maturino Gilberti afirma en 1559 haber consultado a Juan de Medina Plaza sobre la traducción y uso adecuado del término Santísima Trinidad antes de que su Doctrina Cristiana fuera entregada a la imprenta, pues, según el franciscano, consideraba a Medina Plaza como una persona experta en teología y en la lengua de Michoacán (cf. Gilberti, Introducción histórica con apéndice documental y preparación fotográfica del texto por J. Benedict Warren, Morelia, Fimax, 1987, pág. XXXIII). Escobar reconoce la importancia de Medina, anotando: “Omito de la industria aquí, los muchos escritores que al principio de la conquista hubo de NN. VV. PP., porque los más escribieron artes de las lenguas, como fue el padre Fr. Juan de Medina Plaza, Prior de Cuitzeo y de Tacámbaro, el cual en la lengua tarasca muchos y excelentes escribió, de lo cual algo se imprimió por los años de mil quinientos setenta y cuatro, como hoy se hallan muchos otros, cuaresmas en los idiomas de la tierra, y muchos manuales y devotos; como asimismo nos refieren los escritores y autores que hubo durante la unión de esta provincia con la de México” (Escobar 2002, pág. 179). Alipio Ruiz, cuando habla de algunos de los frailes que fueron electos como priores en los Capítulos de la orden, menciona a un tal Juan de Medina que en 1581 fue electo prior del convento de Cuitzeo; en 1584 otro homónimo lo fue de Tzirosto y, en 1587, otro del mismo nombre fue de nuevo prior de Cuitzeo (cf. Ruiz 1984, págs. 1-12). En resumen, podemos decir que Juan de Medina Plaza fue prior de dos de los conventos más importantes de Michoacán: Tacámbaro y Cuitzeo. Llegó a la Nueva España con la firme tarea de evangelizar a los indios antes de 1559, pues, para ser considerado como alguien especialista en la lengua, debió de haber permanecido varios años antes en Michoacán. Además fue conocido, reconocido e importante entre los frailes tanto de la orden franciscana como de la de San Agustín, pues como describe José Toribio Medina, al haber sido prior de los conventos mencionados, daba a entender que era una persona de importancia, porque en Tacámbaro había estudios y nos dice el Padre Basalenque que allí “ponían por priores, graves personas que pudieran ser espejo de virtud” (cf. Medina 1989, pág. 206).
[2]
Aunque no existe una fecha precisa de su fallecimiento, habría que situarla con anterioridad a 1606, pues los documentos de esa época ya no mencionan el nombre de Juan de Medina entre los religiosos que integran la provincia de Michoacán (Resines 1992, pág. 160).
[3]
Juan de Medina Plaza figuraba como prior del convento de Tacámbaro, tal como se constata en la portada del tomo segundo de la Doctrina de la Fe, publicada en 1575 y las aprobaciones del tomo primero; además de la palabra “Bethico”, alusiva a su origen andaluz (cf. Medina, Portada), Pablo Beaumont en su Crónica de Michoacán, refiere que era de Medina Sidonia, situada en el centro de la provincia de Cádiz (Andalucía, España), (cf. Beaumont 1987, pág. 442).
[4]
Posiblemente en América.
[5]
Medina Plaza tuvo entre sus responsabilidades la de dirigir a los miembros de su comunidad y responder por ellos ante el provincial, de quien dependían directamente. Asimismo, debía organizar las misiones, ser el guía espiritual de los indios y el director encargado de encauzar el trabajo de su comunidad, no solo en lo referente a la cristianización, sino incluso en la vida económica y política del poblado. Su función no solamente se redujo a gobernar a sus inferiores y a obedecer al superior, tenía además un papel clave en la elección que se realizaba cada tres años de las autoridades superiores de la orden (Rubial 1989, pág. 49).
[6]
Juan de Medina Rincón nació en Segovia en 1530. Llegó a la Nueva España en 1534 junto con su padre, el licenciado Antonio Ruiz de Medina, quien había sido nombrado fiscal de la Real Audiencia de México. Entró a estudiar a la Orden de San Agustín, en la ciudad de México, y recibió el hábito de novicio en 1542. Más tarde fue electo superior provincial de la provincia agustina de México en el capítulo celebrado en Atotonilco en 1566 y sirvió en ese oficio hasta 1569. Probablemente durante la segunda mitad de 1573 su nombre fue presentado al papa para el nombramiento al obispado de Michoacán. Al siguiente año, luego de una serie de trámites y de labor de convencimiento, aceptó. La aceptación quedó registrada en cartas de 19 y 20 de octubre de 1574. En el primer domingo de adviento de 1575 el arzobispo de México don Pedro Moya de Contreras y el obispo de Puebla don Antonio de Morales, quien había sido su antecesor en la sede de Michoacán, le consagraron obispo (Warren 2000, págs. 13-14).
[7]
El Doctrinalis Fidei de fray Juan de Medina Plaza se publicó en dos tomos; el primero salió a la luz en 1578 mientras que el segundo se dio a conocer tres años antes, en 1575, dato curioso porque lo lógico sería que primero se editara el tomo primero y después el segundo. Joaquín García Icazbalceta supone que el primer tomo en realidad perteneció a una posible edición más temprana de la cual no tenemos noticia, argumentando que en ambos tomos, en páginas preliminares, aparecen idénticas aprobaciones, con fecha de 1574-1575, lo cual indica que el Doctrinalis bien pudo haberse publicado en 1575, y que de esa posible edición más temprana solo se habría conservado el segundo; mientras que de la reedición de 1577, solo se conservaría el primero. Sin embargo, José Toribio Medina no comparte esa explicación: dice que el tomo I lleva en la portada la fecha de 1577, y que del colofón consta que se terminó de imprimir el 17 de febrero de 1578, y por tanto, ninguna de las hipótesis que formulan por un lado, Joaquín García Icazbalceta y, por el otro, Nicolás León, son aceptables. Al respecto Nicolás León afirmaba que la fecha del tomo I estaba equivocada y negaba que hubiera existido una edición del primer tomo con la misma fecha del II, o alguna anterior, ya que una obra de tanta importancia como el Doctrinalis, destinada a andar en manos de unos pocos, no daba para que se reimprimiese en menos de tres años y que por tanto, Antonio Ricardo nunca realizó una reimpresión. Asimismo, para su explicación, Toribio Medina se apoyaba en la carta de aprobación otorgada por fray Alonso de la Veracruz, que aparece en ambos tomos. Fray Alonso había visto los Diálogos y Sermones en dos libros, en los cuales se contiene la exposición de los Artículos de la fe, entre otros tratados que se mencionarán más adelante. De modo que por el anuncio que hace del contenido de los dos libros, dice Toribio Medina: “ya estaban listos para la prensa cuando el autor los presentaba a la censura” y él mismo cuidó de decirlo en su prólogo latino al lector, que se halla en el tomo I (se explica falte en el II porque en él no era ya necesario, como sí lo eran, en cambio, las licencias y aprobaciones, mediando tres años entre la publicación de ambos volúmenes y hechos todavía en imprentas diversas): librum hunc “Doctrinalis fidei, duobus bipartitum tomis in lucem edere decrevi”. Para concluir, Toribio Medina tampoco llega a ninguna afirmación, solo se cuestiona y se responde pero al final lo niega. Para muestra tenemos lo siguiente: que dada la extensión de la obra, y con el fin de que la impresión fuera más rápida, el autor entregó los originales a dos distintos impresores, y por el atraso de la imprenta de uno, resultó al fin la incoherencia que se observa. Sin embargo, esta hipótesis tampoco es aceptable porque la portada del tomo I atestigua que se comenzó a imprimir en 1577, para terminarse el siguiente año; además, Antonio Ricardo comenzó a ejercer su arte en México justamente en ese mismo año de 1577. A mi juicio, no podríamos hablar de errores de impresión porque su portada muestra con claridad la fecha de 1577 y el colofón lo corrobora con un año de diferencia, 1578; más bien, se hablaría sobre la importancia del contenido de los tomos, es decir ¿qué era lo más apremiante para ese momento, el contenido del primero o del segundo?, tomando en cuenta que el tomo II contiene la parte moral, mientras que el I la parte dogmática y la litúrgica (Lucas 2011, págs. 35-36).
[8]
Palau consigna en dos registros (n. 159605 y n. 159607) la misma edición.
|