Repertorios bibliográficos |
Antonio, N. Nova, I, pág. 155
CCPBE, n. 000526423-5 y n. 000021553-8
Ferreras, Diálogos, n. 85
Gallardo, Ensayo, III, n. 3510
Gómez, n. 124
Martín Abad. Alcalá de Henares (s. XVI), n. 398
Palau, XIV, n. 232.997
USTC, n. 34120
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Notas |
[1]
Así lo designa el dominico fray Antonio de Santo Domingo, prior del convento de san Pablo de Palencia, en su censura de la obra, sin número de folio.
[2]
Título utilizado por fray Antonio de Santo Domingo en su censura.
[3]
Véase nota 6.
[4]
Títulos ostentados por el autor en su dedicatoria al obispo de Palencia, Gutierre de Carvajal, sin número de folio.
[5]
Hijo de Francisco de Vargas, miembro del Consejo Real de Castilla, del Consejo de la Cámara de Castilla y Tesorero Mayor de los Reyes Católicos, Gutierre Vargas de Carvajal nació en Madrid a principios del siglo XVI. En 1524, tras la muerte de su tío Bernardino de Carvajal, fue designado obispo de Plasencia, sede episcopal que ocuparía hasta su muerte en 1559. Participó en los debates de la segunda sesión del Concilio de Trento. Hombre del Renacimiento, en 1536 sufragó con sus pingües rentas una expedición naval al Estrecho de Magallanes. Obispo mundano cuyo comportamiento parece haber escandalizado a los canónigos placentinos de la época, convocó un sínodo (que desembocó en la redacción de unas constituciones que se siguen conservando) y fomentó la predicación a través de su obispado. Su participación en la segunda sesión del Concilio de Trento y sus conversaciones allí con Laínez y Salmerón habrían operado en él una verdadera conversión, si debemos seguir la versión difundida por las fuentes jesuíticas. De hecho, facilitó, con sus propios subsidios, la implantacion de la Compañía de Jesús en Plasencia y Trujillo. Véase C. Gutiérrez, Españoles en Trento, Valladolid, CSIC, 1951, págs. 549-560. El artículo de Alfonso Párraga Sánchez, “Semblanzas de D. Gutierre de Vargas Carvajal, Obispo de Plasencia (1524-1559) y de su expedición al estrecho de Magallanes”, en CHDE Asociación Coloquios Históricos de Extremadura, no aporta nada en realidad (accesible en red: http://www.chdetrujillo.com/semblanzas).
[6]
La obra sale de las prensas de Juan de Brocar el 6 de enero de 1552 pero la aprobación de Gutierre de Carvajal lleva la fecha del 30 de enero de 1550. El privilegio real y la censura son respectivamente del 21 de marzo y del 6 de febrero de 1551. La tasa se firma, por fin, el 14 de enero de 1552.
[7]
Antonio de Porras formó parte de esos teólogos doctores encargados por Gutierre Vargas de Carvajal de recorrer el obispado de Plasencia a lo largo de todo el año para enseñar y predicar, como recuerda en la epístola nuncupatoria de su tratado: “Esto digo, reverendíssimo señor mío, no ignorando, como es público, que este obispado de Plasencia es pequeño, y con todo esso vuestra señoría ordinariamente ha tenido, y tiene en él tres doctores theólogos predicadores, que en todo el tiempo del año discurren y andan por todo el obispado, conforme a doctrina de sanctos padres, predicando, y enseñando en cada lugar, grande o pequeño, la doctrina evangélica; y pluguiese a Dios que todos los otros perlados hiziessen lo mismo, entre los quales vuestra señoría tuvo por bien de me elegir, aunque indigno; y me tiene mandado que las quaresmas predique en esta ciudad de Plasencia; lo demás tiempo del año en otras villas, y lugares.”, fol. iii v. La materia misma del diálogo proviene directamente de la actividad homilética de Porras durante la Cuaresma de 1546, ibid., fol. iiii r.
[8]
A título de ejemplo, “Cómo los sanctos estando en el cielo veen la oraciones de aquellos que se les encomiendan en la tierra”, capítulo del tratado primero, contiene disquisiciones de cuño claramente teológico, como cuando expone Porras las teorías agustinianas sobre las modalidades de intelección de los ángeles y bienaventurados (ibid., fol. xxxix v). Al principio del capítulo siguiente, exclama el maestro al comentar una pregunta de su discípulo: “Ya te vas haziendo medio teólogo.”, ibid., fol. lxiii r.
Uno de los capítulos más largos de la segunda parte, y también de todo el diálogo, se interesa por la cuestión tan polémica de la predestinación (ibid., fol. xcix r-cv v).
[9]
Fuera de la exposición doctrinal y dogmática del Pater noster que ocupa la mayor parte de la obra, el diálogo contempla varias cuestiones que interesan la vida cristiana de manera general. En ciertas materias, profundiza incluso invadiendo así el campo de la casuística.
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