Notas |
[1]
Para descartar otros casos de homonimia cf. un estado de la cuestión y nuevas conclusiones en Vian Herrero 2013: 256-259, 261, 268-269. Vuelve a la antigua hipótesis de dos Villalones el último editor de El Crotalón (véase Rodríguez López Vázquez, 2021, en especial págs. 25-40, que sigue a Rodríguez López-Abadía, 2020). Para otras propuestas recientes y sobrantes en torno a Villalón, puede verse abajo la bibliografía o la aportada en BDDH9.
[2]
Con el título de “bachiller” firma aún la "Ingeniosa comparación" y con el de “licenciado” sus obras más tardías.
[3]
El primer título, más extenso, figura en la portada ([A]1r). El segundo es el que encabeza el texto (A2r). La tercera variante es la estampada en el colofón (C4v). El título abreviado (“Ingeniosa comparación”) o muy abreviado (“Comparación”) responde solo al manejo estilístico de la crítica, aunque tome apoyo, como puede verse, en las distintas formas de proceder del autor mismo.
[4]
Hubo de nacer en los primeros años del siglo puesto que estudió en Alcalá y era bachiller en Artes el 23 de abril de 1525 (A.H.N., Universidad de Alcalá, lib. 297 f; lista de la promoción cosida en el fol. 8, en Bataillon 1937: 698, n. 1 y 1991: II, 260); Universidad de Alcalá, Registro de Actos y Grados, años 1523-1544, «Numerus Bachalariorum 1525», lista de 1525 en «hoja suelta agregada al Libro de Grados» (Armendáriz 1965: xv-xvi, nn. 15-16). Se supone que el mismo año de 1525 pasa a la Universidad de Salamanca (Alonso Cortés 1914: 435 y 1926: 530), aceptado por otros investigadores posteriores. También Alonso Cortés (1926: 532) argumentó con inteligente despego dos datos que él mismo reconocía sin consistencia para poder fijar fecha y lugar de nacimiento. Está también descartada la información abierta por Cervantes en 1580 (Serrano y Sanz 1898: 23; Serrano y Sanz 1905: cap. VII, ii, págs. cx-cxxiii; y F. A. de Icaza 1917: 32-46). De ambos datos se desprendería el supuesto de que el autor era de Villalón de Campos o de Valbuena de Duero, dato que hasta ahora no puede confirmarse. García Villoslada (1951: 379) supone a Villalón nacido hacia 1510 en Valladolid y muerto hacia 1562, sin apoyos concretos. Es por lo mismo infundado dar por hecho que «era natural de Valladolid» (Rallo 1987: 103, y Rallo 2003: 113). Las fechas y lugares de nacimiento y muerte, «¿Villalón de Campos, c. 1500? - Santa Olalla de Tábara, c. 1558?», en la noticia bibliográfica divulgativa más reciente (Martínez Torrejón 2009: 1014) son también conjeturales y derivadas de la bibliografía anterior no contrastada.
[5]
1558 es la fecha de su última obra, la "Gramática castellana", impresa en Amberes por Guillermo Simón, y última noticia conocida sobre su persona. Se supone que moriría no mucho después porque no hay más referencias posteriores de sus contemporáneos –descartados los homónimos, como no hace la pintoresca propuesta de Cáseda 2018– y porque allí anunciaba estar trabajando “en el libro de los refranes castellanos en que al presente estoy ocupado en escrebir”, que aparentemente no ha sobrevivido, bien por pérdida posterior o porque el autor no tuviera tiempo de llegar a acabarlo (cf. Kerr 1955a: 19; Kincaid 1973:146; Vian Herrero 1982: I, 67; Vian Herrero 2013: 267).
[6]
Véase nota 4.
[7]
Véase nota 4. La villa zamorana de Tábara –y en ella la aldea de Santaolalla– fue residencia del Cristóbal de Villalón clérigo, que aparece en unos documentos notariales de 1552 y 1557 conservados en el Archivo de Protocolos de Valladolid (Alonso Cortés 1950: 224 y Vian Herrero 2013: 266-267); sin embargo, la posibilidad de que fuera allí donde acabara en efecto su vida es solo conjetural. De hecho, su rastro se pierde tras la publicación, no en Castilla sino en Amberes, de su "Gramática castellana", escrita según él desde el sosiego de una aldea castellana.
[8]
Es muy posible que fuera pronto profesor en Salamanca, como deja ver en "El Scholástico", pero en 1530 tiene con seguridad, como bachiller, el encargo de una “catedrilla” de Lógica en la Universidad de Valladolid, hasta 1533, y de nuevo durante dos trienios más, de 1540 a 1543 y de 1543 a 1545 [o 1546] (cf. Rivera Manescau 1922: 21-24). En Valladolid debió de vivir una buena parte de su vida, pues allí se lo sitúa, gracias a un pleito civil conservado, también como preceptor de los hijos de los condes de Lemos (desde 1532), y allí publica casi toda su obra impresa: "Tragedia de Mirra" en 1536, por Pedro Továns de Medina del Campo; "Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente" en 1539, en Valladolid, por Nicolás Tierry; en la década de los 40, también en Valladolid, por Francisco Fernández de Córdoba (1541, 1542 y 1546), las tres ediciones corregidas y aumentadas del "Tratado de cambios" y, añadida a la 3ª, la de la "Exhortación a la confesión". Alonso Cortés (1914) documenta por primera vez cómo el escritor aparece en 1537 sosteniendo un pleito contra los condes de Lemos por supuesto impago de su salario, correspondiente a casi tres años de enseñanza de latín a los hijos de los condes, Don Antonio y Don Rodrigo. El seguimiento del proceso demuestra que Villalón residió en Valladolid de 1532 a 1537 con toda seguridad, dedicado a la enseñanza de Humanidades («gramática y latinidad»); era, pues, dómine; y, años después de la Asamblea de Valladolid, aún enseñaba a sus alumnos con los "Coloquios" de Erasmo, la primera obra prohibida del de Rotterdam, cuya lectura en castellano se había proscrito dos años antes (Bataillon 1937: 540-541) y en latín ya se condenaba un año después de la muerte del autor, en 1537. Desde 1533 es licenciado en (probablemente) Artes en Valladolid (suposición fundamentada que se discute en Vian Herrero 2013: 264 y n. 33). En la misma universidad se gradúa licenciado en Teología el 29 de junio de 1545, de acuerdo con el "Libro de Grados Mayores" (Rivera Manescau 1924: 44) y es probable que desde años antes (1539-1541) se hubiera ordenado ya como clérigo (Armendáriz 1965: xxv), condición que con seguridad puede confirmarse desde 1546 (Vian Herrero 1982: I, 66).
[9]
“Dirigida al ilustre y reverendísimo señor don fray Alonso de Virués, obispo dignísimo de Canaria, predicador y del Consejo de la Católica y Cesárea Majestad”. La dedicatoria de la obra a este personaje ilumina sobre la inclinación ideológica de Cristóbal de Villalón. El alto clérigo D. Alonso Ruiz de Virués (1493 Olmedo [Valladolid]–1545), fue un convencido seguidor y corresponsal de Erasmo, aunque manifestara algunas reservas con puntos de su doctrina; benedictino con quince años (1508, monasterio de San Juan de Burgos), es estudiante salmantino entre los años 1511 y 1518 –donde probablemente conoció a los clásicos y entre otras las obras de Erasmo–; gran erudito, entendido en lenguas sabias y modernas, traductor –precisamente de los "Colloquia" de Erasmo (1529), de merecida fama e influencia, y quizás también de Plutarco–; brillante predicador real que acompañó a Carlos V en sus viajes a Flandes y Alemania, y polemista contra algunos protestantes señalados (Melanchthon, Enrique VIII). Formó parte de la comisión que examinó la ortodoxia de las obras de Erasmo en 1527. Fue el mismo Emperador quien consiguió ante el Papa redimirlo de un proceso inquisitorial (por haber defendido la mejor salvación desde el estado conyugal que desde otros estados y la superioridad de la vida activa sobre la contemplativa); Carlos V lo propuso entonces para el obispado de Canarias (12 de agosto de 1538), cargo que desempeñó desde el 19 de marzo de 1539, después, por tanto, de la fecha (enero) que figura en el colofón de la "Ingeniosa comparación"; ello sugiere un seguimiento de los hechos muy de cerca por parte de Villalón, que se declara «criado y familiar» ([A]1v) de Virués y conoce los recientes cambios en la vida de su dedicatario, que acaba de atravesar momentos difíciles (Vian Herrero 2010: 318, nn. 1 y 2, y 2013: 262-263).
[10]
Antropología: El tema de la comparación de las edades tiene ya tradición latina y medieval, y la querella no es en modo alguno patrimonio del clasicismo francés; es un fenómeno recurrente de la historia y la sociología literarias, pero los siglos XV y XVI europeos lo recuperan como discusión acerca del gusto con una carga historiográfica y antropológica de especial significado que desemboca en una nueva forma de leer a los clásicos y en un modo nuevo de entender la historia cultural como progreso y mejora. El mayor beneficio de la contienda, para los dos bandos, fue el fin de la observancia sumisa de la tradición y el tanteo sobre cómo perfeccionarla. Es rara la esfera del saber en la que la controversia de antiguos y modernos no halla repercusión y, por descontado, adquirirá trascendencia en la arena teológica. La 'Ingeniosa comparación' es la muestra dialógica más temprana del occidente europeo en la ficcionalización dramatizada de la querella en lengua vulgar, no para una camarilla minoritaria o melancólica de entendidos. Collard (1965-1966: 150 y 156), ve nacer el concepto de gusto en España, no en Francia o Italia (ibid, pág. 153). La influencia directa de la 'Comparación' sobre el italiano Alessandro Tassoni (1565-1635), y sus 'Dieci libri di pensieri diversi' (defendida por Giannini 1917), texto reeditado varias veces en la década de 1620, no se ha puesto en cuestión. Buena parte de párrafos de la 'Ingeniosa comparación', casi un tercio del total, y una parte de las tesis, están integrados en 'El Scholástico' (Sharp 1949: 30), sobre todo en la segunda redacción, pues Villalón comenzó a escribir ese diálogo antes de la 'Comparación'.
[11]
Naturaleza: Entiéndase en términos filosóficos. Guillén defiende en el diálogo de segundo grado la vejez del mundo como causa de la decadencia de la edad. La tesis del “mundus senescens” procede de Lucrecio, De rerum natura II, 1150, porque desde el epicureísmo no se vislumbra una imagen progresiva de la historia. Villalón utiliza un resumen de los argumentos de Guilhelmus Herman, el personaje amigo de Erasmo en Antibarbarorum liber (ASD I, 1, 47-48). Vuelve a introducir la tesis en El Scholástico II, ii, 92-93. Es principio sustentado repetidas veces en la querella de antiguos y modernos (Maravall [1966]1998: 123-124, 247-248, 258), y supone a menudo una forma de liberarse de la tradición inmediata y del estatismo de un presente que se antoja mejorable. Sobre el decaimiento de las ciencias, los tiempos felices perdidos son la vía para mostrar las deficiencias del presente, y para introducir la sátira de la propia edad (y viceversa). En cambio para Guillermo, el defensor de los modernos, el tiempo presente necesariamente aventaja al pasado si se compara la rudeza de vida y costumbres de los primeros hombres con las conquistas culturales progresivas de la vida comunitaria, de la vida en sociedad, de los adelantos de las diversas facetas del espíritu humano; los inventos de los antiguos se ven como una primera simiente del progreso de los juicios humanos hodiernos, algo tan obvio que solo la envidia impide reconocer; por la otra vía vuelve a inmiscuirse la sátira en el ideal.
[12]
Historia: también en la variante más teórica y filosófica de la disciplina. Guillermo, el que en el diálogo de segundo grado hace el “loor en las cosas de la presente edad”, se hace portavoz del carácter cualitativo del paso del tiempo, que –entiende– mejora o perfecciona las cosas gracias a la experiencia cultural acumulada. Es la base de la querella de antiguos y modernos que ve fraguar in nuce el mito del progreso histórico que desarrollará la Europa del siglo XVIII (Maravall [1966] 1998). En el caso presente falta el veredicto final y la disputa no se resuelve argumentativamente.
[13]
Armas y letras: Las dos edades se comparan más en las letras que en las armas, pero también en éstas. Entre las destrezas físicas y el perfecto manejo de las armas destacan, para Alberto, Milón de Crotona, Escipión [“Cipión”], Aníbal, Marcelo, Mario, Alejandro, Julio César, “Quinto Curcio [parece pensar de nuevo en Alejandro], los Decios y Codros”, ejemplos de vidas valerosas y modélicas al servicio de su patria. Para los ejemplos de capitanes modernos cf. abajo, nn. 25 y 33 (final).
[14]
Arquitectura: Alberto menciona a la arquitectura en primer lugar entre las artes mecánicas; como arquitectos célebres, siguiendo a Plinio y otros autores, cita a Arquímedes, Demócrates, Espíntaro, “Aganides”, “Trófimo” (por Agamedes y Trofonio), “Ctesifo”, “Arquifrón”, Meleageno, Scopas, Briaxis, Timotes, Leocares; hace a través de ellos un elogio de las construcciones míticas pasadas. El párrafo se encuentra reproducido textualmente también en El Scholástico IV, xvi, 315-316, como ocurre con la lista de arquitectos ilustres, asimismo pliniana (“Zenodoto, Hermógenes, Agatarques, Demócrito, Anaxágoras, Dédalo, Sileno y Vitrubio, Teodoro y Filo”), con la de los edificios arquitectónicos memorables (los “siete milagros del mundo” y otras construcciones que incluyen algunas españolas; es decir, trufa entre las construcciones míticas aquellas que sobreviven aún en el presente, y delata así un ideal de arquitectura no solo hermosa, sino funcional y útil, unión siempre de estética con ética). Guillermo, como defensor de la arquitectura moderna, pondera cuatro edificios de Valladolid: el colegio de San Pablo (cuyos inicios datan de fines del siglo XIII), el colegio del cardenal Pedro González de Mendoza (plateresco de fines del siglo XV) (Serrano y Sanz 1898: 172, n.), las casas del Conde de Benavente (seguramente su palacio) y el palacio de Francisco de los Cobos (mencionado a propósito de su decoración interior, si es que no es su otro gran palacio de Úbeda). Canta además el Hospital de peregrinos de Compostela (fundado por los Reyes Católicos), las catedrales de Toledo, Sevilla, León y Salamanca, junto al colegio de San Ildefonso de Alcalá de Henares.
[15]
Arte: Entre las disciplinas artísticas que loa Guillermo –pintura, arquitectura, estatuaria, rejería, música–, elogia a italianos, a representantes de alguna otra nacionalidad –aunque residentes en España– y, sobre todo, a españoles, más aún, castellanos. La estética alabada es también, como en el discurso de Alberto, la aristotélica y verista, a la vez moral y dulce (en términos de Horacio).
[16]
Astrología: Los argumentos del anfitrión, Gabriel, sobre la influencia de los planetas y la astrología en la decadencia de las buenas letras, calcan los de Judocus medicus, uno de los personajes de Erasmo en Antibarbarorum liber (ASD I, 1, 45-46). Son los mismos que emplea Alonso Osorio en El Scholástico (II, ii, 92-93), también a partir de Erasmo.
[17]
Costumbres: Referido sobre todo a costumbres de entretenimiento. Alberto elogia a los antiguos “en los trajes, hábitos y posturas; en las fiestas, juegos e invenciones de placer; en las danzas y bailes; en los motes y donaires; en las gracias y representaciones, fue todo aquello en ellos tan al natural, que esto de agora se puede decir sombra de aquello, que era lo real”. Contrasta con el decaimiento de las costumbres cortesanas, algunas prohibidas, que constata Guillermo en la modernidad (cf. nota 26).
[18]
Crítica de costumbres: Alberto denuncia la proclividad a las apariencias, a la riqueza y la vida regalada, en lugar de al estudio de artes y ciencias, que, a su juicio, se evita en la actualidad solo por pereza.
[19]
Derecho: Legisladores y jueces de la antigüedad brillan en todo esplendor, a los que Alberto mezcla sintomáticamente con juristas medievales de la escuela de Padua, así canonizados por él ya como ‘antiguos’. Entre los citados Quinto Mucio Scévola el Augur, Baldo, Paulo, Socino, Saliceto y Bártulo. Con este elogio se aparta un tanto de la lógica del Antibarbarorum liber (ASD I, 1, 61 y ss.), donde Erasmo censura a gramáticos y escolásticos medievales como ejemplos de barbarie, pero coincide con autores del siglo XV españoles (Enrique de Villena, Alfonso de la Torre) o italianos (Coluccio Salutati y otros) que optaron por amalgamas semejantes (Maravall [1966] 1998: 248-251, 596).
[20]
Economía: Guillermo ve el sentido dinámico de la sociedad ‘presente’ en su desarrollo económico, al iniciar una argumentación estimadora del mundo mercantil, bancario (transacciones económicas, tratos y contratos), de los transportes y comunicaciones, comercio nacional e internacional, desarrollo que, además, atribuye al liberalismo de su príncipe político. La argumentación contrasta con los escrúpulos que Villalón expresa en su "Tratado de cambios" sobre ese mismo mundo mercantil (Maravall [1966] 1998: 522-524). También destaca, como maravilla del mundo industrial, “las emprentas de la Italia, Basilea y Francia, y en España, Alcalá” (sobre las tipografías, cf. Escritura, nota 22). El elogio de los avances de la imprenta es un argumento obligado en los defensores de los modernos, como manifestación de una cultura en expansión y como signo de entusiasmo por el nuevo homo faber (Maravall [1966] 1998: 553-557). Son motivo de admiración igualmente los artesanos del vidrio (“la labor del vidrio de Génova, Venecia, Barcelona y Cadahalso”) y del yeso (que sirve para la estatuaria y para la construcción), labor en la que destacan “los Villalpandos”, sobre cuya exacta identidad no hay acuerdo (Serrano y Sanz 1898: 181-182, n. y Sánchez Cantón 1923: I, 33, n. 2); parece, con todo, verosímil al menos la identificación del zamorano Francisco de Villalpando (c.1510 - c.1561), formado en Alcalá, también humanista e influido por las técnicas arquitectónicas que se ensayaban en Florencia. Por último se refiere a la industria de la guerra, aunque en realidad hace más bien un elenco de capitanes destacados que pueden confrontarse con los antiguos (cf. Guerra, nota 25).
[21]
Educación: El principio del diálogo referido que hace Jerónimo se preocupa por la decadencia de la educación universitaria y de las artes optimae; resume en lo esencial la discusión preliminar de los personajes del Antibarbarorum liber de Erasmo, que reutiliza también por extenso en El Scholástico (II, ii, y II, iii). En la polémica básica, Guillermo encuentra otra causa a la decadencia de los saberes. Se sirve parcialmente de un argumento muy repetido por Iacobus Battus, personaje principal de la obra de Erasmo, quien critica la opinión de los otros interlocutores y defiende como razón del declive de las letras la ignorancia del profesorado (Antibarbarorum liber, ASD I, 1, 49-51 y passim); pero Villalón prima la responsabilidad de los rectores (que no contratan a los más sabios) sobre la del profesorado inepto. Quizás el escritor respire por la herida como profesor universitario. Significativamente, no ha utilizado la tesis de un tercer personaje erasmiano, Guilhelmus Conrad, cónsul de Bergen en Antibarbarorum liber, quien sostiene que el cristianismo volvió las espaldas a los clásicos y consideró esa negación una virtud.
[22]
Escritura: Guillermo, aunque defiende a los modernos, hace a partir de varios modelos una sedicente ‘historia de la humanidad’ donde se sitúa como momento significativo de cambio la invención de la escritura (“los caracteres de las letras”) diversificada luego por lenguas. Pero donde se explaya su entusiasmo es al describir tipografías nuevas: “Aquella letra tan cortada y tan limpia que inventó Aldo Manucio y Juan Frobenio, y la excelencia de su secaz Sebastián Grifo y Miguel de Guía en Alcalá; aquella perfeción y correción de los libros, con tantos colus, comas, paréntesis, acentos, puntos y cesuras, atanto que casi nos dan a entender las escripturas sin preceptor, y veréis aquellos libros de las emprentas antiguas tan corruptos, mendosos y depravados, que casi sus auctores, si resucitasen, no conocerían ser aquellos sus trabajos y obras.”
[23]
Escultura: Alberto enaltece las personalidades y las estatuas de Praxíteles y “Calicles” [Callicrates de Esparta]. Sánchez Cantón (1923: I, 27, n. 1) no consigue catalogar a través de expertos ninguna estatua griega o romana de Porcia como la descrita por Alberto. Menciona este asimismo a un Sócrates escultor, en confusión habitual de los antiguos entre varios homónimos: un Sócrates, escultor tebano del que habla Píndaro, otro pintor del s. IV a.C. citado por Plinio, y claro está, el filósofo. Guillermo, por su parte, loa entre los escultores modernos que aventajan a Fidias y Praxíteles, a “maestre Felipe y a Siloé”, es decir a Felipe de Vigarny o de Borgoña (Langres 1480-Toledo 1542), que realizó varios trabajos en España, estante en Valladolid a principios del siglo XVI (desde 1519 trabajó junto con Berruguete y Siloé; Serrano y Sanz 1898: 170, n.) y Diego de Siloé (Burgos c. 1495-Granada 1563). En rejería o escultura en hierro, pondera con energía a Cristóbal de Andino (Burgos c.1480-1543), rejero, escultor y arquitecto de mucho prestigio en sus días. Un “Salvador, oficial del Emperador”, también labrador de hierro según Villalón, ha sido identificado no como rejero sino como espadero toledano muerto en 1539, Salvador de Ávila (Sánchez Cantón 1923: I, 30, n. 2). Como labrador de arneses, menciona al alemán “maestre Colman”, Desiderio Colman, armero de corte de Carlos V, que estuvo en Toledo en 1525 y murió en 1552; se le atribuye la armadura que luce Carlos V en el cuadro de Tiziano que conmemora su victoria en Mühlberg (Sánchez Cantón 1923: I, 30, n. 3). Guillermo introduce la platería (“obras de plata”) dentro del elogio de la arquitectura, con las custodias de las catedrales de León, de Córdoba y de Toledo, y se admira de los relojes o los retablos esculpidos que nunca pudo conocer la antigüedad.
[24]
Filosofía: Para Alberto, la culpa de la decadencia universitaria no es de patronos y mandatarios que no contratan a los mejores profesores, sino de que ya no hay sabios excelsos, como en la edad antigua. El personaje concentra en una enumeración extensa de nombres todos los campos del saber. Parece tener predilección por los gigantes de la filosofía moral y de la natural, los grandes oradores y, entre los poetas, los épicos, bucólicos y satíricos. Es significativa la cita del presocrático Demócrito de Abdera (c. 460 a.C. - c. 370 a.C.), padre del atomismo (Diógenes Laercio, Vidas IX, 34-49). Aunque al final reitere el argumento del Battus erasmiano sobre la baja calidad del profesorado, introduce una nueva crítica: el exilio académico, que no era mayoritario, pero sí importante en casos selectivos. También enumera Alberto a los sabios díscolos –Diógenes, Crates, Antístenes, Creso, Solón, Hipócrates y Demócrito–, primero individualizados y con anécdotas emblemáticas.
[25]
Guerra: Las virtudes bélicas, el esfuerzo y las cualidades del ánimo de los antiguos, en oposición dura con la actualidad según Alberto, divergen del punto de vista de Guillermo, quien compara con los antiguos incluso a enemigos imperiales, como Barbarroja o Francisco I, pero capitanes al fin; con esta afirmación simple, Villalón contrapesa el persistente elogio de Carlos V y escapa a tantos defensores de la modernidad linealmente lisonjeros con la política oficial.
[26]
Literatura: Además de lo que se dice del teatro (cf. nota 36), entre los géneros literarios coetáneos casi solo la sátira merece la atención de Guillermo. Es indicativo este hincapié en dos géneros ‘populares’ y, sobre todo el segundo, crítico y a su decir no bien visto: “En el estilo de sátiras y epigramas no se usan, porque no consienten, pero no faltan habilidades bastantísimas, que aun algunas se ponen en Roma en Masipasquín, y aun en España en la corte del Emperador”. Las alusiones a la sátira político-religiosa, ya libelista por estas fechas, de Maese Pasquín, solo aparecen en España desde Alfonso de Valdés en adelante, con oscilaciones sobre su consentimiento, como a las que se refiere Villalón. Es interesante su afirmación sobre la ola de severidad que pone coto a la vida cortesana y galante, aunque sí se refiere a las “invenciones” o “letras de invención”, al hablar “de repente” y los juegos y motes entre damas y galanes.
[27]
Locura: Para Alberto, en reconocible afirmación escéptica, la presunción “de mucho saber […] es el primer escalón de la locura”.
[28]
Medicina: Se alude a la disciplina sobre todo a través de médicos ilustres antiguos, en boca de Alberto (Hipócrates, Demócrito).
[29]
Mitología: Guillermo, el defensor de los modernos, entiende como puros mitos y creencias fabulosas las excepcionales destrezas de Anfión u Orfeo, el origen de la vida animal a partir de generación espontánea en el barro del Nilo, el mito platónico del andrógino, el mito de las edades de Hesíodo, etc. y, a través de numerosas figuras, repasa la deificación humana de los inventores y descubridores de las cosas importantes o necesarias (Radamanto, Caín, Jóbel, Júbal [“Túbal”], Jubel [“Túbal Caín”] e innumerables otros); se detiene también con detalle en dioses civilizadores como Ceres, los cíclopes, Vulcano, Apolo, Anfión, Pan, Éolo, Jasón y muchísimos más. Las excelencias de los primeros inventores sirven, según el principio de continuidad, para enaltecer a los modernos como sus sucesores aventajados. Los herederos se convierten en superadores.
[30]
Mujer: Para el defensor de los modernos las mujeres coetáneas sobrepujan a las antiguas –e incluso a sus sabios maridos– en “bondad, sanctidad y religión”, “en doctrinas y saber”, agudeza, ingenio, gracia y donaire, inventiva en las labores. No da nombres.
[31]
Música: Es la disciplina a la que más atención dedica y algunas de sus noticias son muy apreciables por raras o únicas. Alberto aprecia la música de los pasados porque incitaba a la acción y templaba los estados de ánimo, moderaba los hábitos de cortesanía. Cita a varios músicos: el centauro Quirón maestro de Aquiles; un flautista, criado innominado de Cayo Graco [Licinio era su nombre]; Timoteo citarista de Alejandro Magno; Dionisio, citaredo y cantor, maestro del general tebano Epaminondas; “Heráclito, inventor de la música de voces” [quizás por “Heráclides”, discípulo de Platón y tratadista musical (mencionado por el Ps.-Plutarco en Sobre la música, cap. 3, 1131F y n. 18, pasaje que está siguiendo), o incluso por “Heracles”, igualmente relacionado por él con la música (ibid., cap. 40, 1146A)]; “Lino, inventor de la vihuela” inicia una enumeración selectiva de citaredos míticos, cantores a los dioses en épocas remotas (Antes de Antedón, Piero de Pieria, Filamón de Delfos, Demódoco de Corcira, Femio de Ítaca, Terpandro [“Trepando”] de Antisa, primer poeta-músico no mítico sino histórico, Clonas, Hiagnis [“Hiagnes”] de Celenas y Marsias [“Marsia”]; Orfeo y Anfión, competidores –según fuentes– por la invención de la música, que recoge (quizás mezclando con noticias ocasionales de Plinio) el parlamento de Lisias en Sobre la música, cap. 3 y 5, del Ps.-Plutarco. Por su parte, el defensor de los modernos, Guillermo, cita a músicos castellanos célebres, como Francisco de Peñalosa (c.1470 – 1528), “maestro de capilla del Católico Rey don Fernando”; Martín de Rivafrecha (c. 1479-1528) maestro de capilla de la catedral de Palencia; “Jusquin” (Josquin des Pres c.1450/1455-1521), famoso compositor flamenco de gran difusión en España; Mateo Fernández, “maestro de capilla de Nuestra Señora la Emperatriz”, probablemente de origen portugués; “un español que se llama Morales” (Cristóbal Morales, Sevilla, c. 1500-1553, cantor de la Capilla Sixtina por estos años); “Castillo, maestro de capilla de la iglesia de Zamora” (seguramente es Diego del Castillo, como conjeturaba Serrano y Sanz 1898: 176, n., organista famoso); “en Santiago, Francisco Logroño” (maestro de capilla de la catedral en 1536, y canónigo en 1563, según Serrano y Sanz 1898: 176, n.).; “en Palencia, Ordóñez” (probablemente Alonso Ordóñez, único de ese apellido que se sabe vinculado a Palencia, además de a Santiago (Samuel Rubio, Historia de la música española. Vol 2. Desde el Ars Nova hasta 1600, dir. Pablo López de Osaba, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pág. 194). En tecla cita a “Lope y Hernando y su discípulo Cristóbal”, sobre los que nada seguro se sabe (cf. diversas hipótesis en Vian Herrero 2010, ed. "Ingeniosa comparación", n. 180). “Antonio el ciego” es el célebre vihuelista Antonio de Cabezón, de Castrillo de Matajudíos (Castrogeriz, Burgos, 1510), organista en la casa de la Emperatriz, luego músico de cámara y capilla de Felipe II, muerto en 1566. “Dionisio Memo” [Memmo], el fraile veneciano (1507-1539), músico en San Marcos de Venecia (1509-1516) y a continuación organista altamente estimado en la corte y capilla del rey Enrique VIII de Inglaterra, donde según un testimonio diplomático coetáneo ejerció también labores de espía. Quizás por esas actividades políticas tuvo que abandonar Inglaterra con riesgo de su vida en 1525, primero a Portugal y luego a Santiago según el testimonio único de Villalón, al que se concede autoridad (cf. The New Grove Dictionary of Music and Musicians, ed. Stanley Sadie, London-New York, Macmillan Publishers Ltd., 1980, 20 vols., en XII, s. v.). “Guzmán” es el vihuelista legendario Luis de Guzmán, probablemente el maestro de Narváez, y del que no se conocen obras pero sí referencias. “Torres Barroso”, salmantino, y “Macotera” están ausentes de las nóminas palaciegas, por lo que es este uno de los mejores informes que poseemos sobre ellos, ya que Villalón los da como vivos en la fecha en que escribe su obra (1539). “El Milanés” es Luis de Milán (a. 1500 – post. 1561), quien hasta 1538 ejerció como compositor y vihuelista en la corte virreinal de Fernando de Aragón, Duque de Calabria y Germana de Foix, donde también compuso el diálogo 'El Cortesano' (1561), que ilustra sobre la vida cortesana de Valencia.
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Pintura: Es la segunda de las artes mecánicas que menciona Alberto; el elogio de la pintura antigua postula, como el de la estatuaria, un ideal de verismo y realismo artísticos. Entre los citados (con sus obras) están Apeles, Zeuxo y Timantes, o Parrasio. Menciona solo abreviadamente los nombres sobre quienes se extiende Plinio (“Polineto” [Polignoto, Polygnotus], Aglaofón, Canacho, Protógenes, Nicómaco, Arístides). Por su lado, Guillermo elogia a cuatro pintores italianos (“Rafael Urbino”, “el Baco” [Bartolomeo o Baccio Bandinelli, escultor florentino], “Micael Ángelo” y “Alberto”; este último podría ser, a falta de un Alberto italiano de envergadura, Alberto Durero (como suponen Serrano y Sanz 1898: 168, n.1 y Sánchez Cantón 1923: I, 28, n. 2), que residió en Italia en dos ocasiones. Si en efecto es él, la mención (cauta, porque elimina el apellido de un ferviente colaborador de los luteranos) puede indicar el valor que concede Villalón al Renacimiento del Norte, por tratarse del artista más famoso en pintura, dibujo, xilografía y tratados teóricos del Renacimiento alemán, con profunda influencia también en los Países Bajos. Durero llegó a representar la fusión de la pintura flamenca del gótico tardío, más empírica y rica en detalles naturalistas, más abierta al expresionismo, con la inclinación más teórica de los artistas italianos, volcados en la antigüedad clásica, los temas mitológicos y las figuras idealizadas, combinación de una importancia enorme para la historia del arte (Gina Pischel, Historia universal del arte, trad. F. J. Alcántara, Barcelona, Noguer, 1970, 3 vols., en II, págs. 211-215). Puede ser en cierto modo emblema de la convivencia de puntos de vista que ensaya para sí la "Ingeniosa comparación". Entre los españoles, menciona como escultor, pintor y arquitecto digno de competir con los antiguos, al vallisoletano Alonso Berruguete, que aprendió de Miguel Ángel (“Es ésta la más antigua cita literaria de Berruguete”, asegura Sánchez Cantón 1923: I, 28, n. 3). Los mozos traídos de Italia por Cobos para la decoración interior de su palacio vallisoletano, “Julio y Alejandro”, se identificaron como Julio de Aquiles (alias Giulio Romano) y Alejandro Mayner (M. Gómez Moreno 1885-1888: 126). Giulio Romano estaba en Valladolid en 1533 y tuvo relación con Berruguete; Alejandro Mayner en 1537 ya trabajaba en la Alhambra. Los medallones interiores del palacio aún se hacían en 1538. Villalón ofrece, pues, también en pintura y escultura, noticias muy recientes.
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Política: La comparación de las edades tiene siempre un fuerte componente político. Una de las manifestaciones de la querella es el recurso tópico a temas y personajes nacionales, como parte de la emulación y en tono de exaltación patriótica (Maravall [1966] 1998: 340, 346-348, 393-428). Guillermo pasa rápidamente sobre otras naciones, pero se detendrá con las lumbreras de la España moderna, en un arranque de patriotismo y protonacionalismo que acompaña al elogio de los modernos en cada cultura y país occidental, fruto del nuevo sentimiento político comunitario que se empieza a fraguar a la sazón en estas sociedades. Pero lo ‘español’ es más bien aquí lo ‘imperial’, lo que no deja de ser significativo. En la historia más cercana, se canta al Emperador y sus victorias más recientes, como la toma de Pavía (1525), el sitio de Viena (1532) y sobre todo la toma de La Goleta a Barbarroja en 1535, para repasar los movimientos principales de Carlos V en política nacional e internacional hasta 1538 (la obra se publica en enero de 1539). No da nombres, pero elogia, sin envidiar a los antiguos, a los “doce notables monarcas” de representación estamental del Consejo Real de Castilla, después del rey el órgano supremo de la estructura gubernamental de la Monarquía Hispánica, del que emanaban otros tras la reforma institucional llevada a cabo por los Reyes Católicos. El auge de la política exterior bajo el reinado de Carlos I condujo a independizar en funcionamiento al Consejo de Estado (Luis G. de Valdeavellano, Curso de historia de las instituciones españolas, Madrid, Alianza, 1968; Salustiano de Dios, El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982). Lo mismo hace con los “doce oidores que residen en esta Chancillería, y otros doce en Granada” (Los Reyes Católicos establecieron dos demarcaciones para la administración de justicia, divididas al norte y al sur del río Tajo; esta última quedó bajo la jurisdicción de otra Audiencia y Chancillería, trasladada en 1505 a Granada (Valdeavellano 1968). El nombre más repetido, y príncipe al que más éxitos políticos y culturales se atribuyen, es al Emperador Carlos, al que, superando a los héroes cantados por los antiguos, se hace responsable también del auge económico, de vencer al temible turco Barbarroja y proyectar nueva cruzada a Constantinopla, de mantenerse firme frente al rey francés y de atender a las cosas de Italia. La coronación de Bolonia y “proveer las cosas de Alemaña” son solo alusiones. Al final de la obra se cantan los méritos de capitanes señalados: aparece el Emperador una vez más, Antonio de Leyva de nuevo y el príncipe y almirante genovés Andrea Doria (1468- 1560), aliado imperial desde 1528. Le siguen el corsario Barbarroja, Diego García de Paredes (pueden ser, con ese nombre, dos soldados renacentistas eminentes, cf. Vian Herrero 2010, nota 203), Francisco I de Francia (1494-1547), Próspero Colonna (1452-1523), y Fernando Dávalos marqués de Pescara (1489-1525).
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Profesiones: La intervención de Alberto, elogiando la edad antigua, es la vía franca a la sátira moral de cada profesión, en especial médicos, teólogos y jurisperitos. Puede ampliarse la información en el conjunto de las notas sobre temas secundarios.
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Sucesos particulares: Contiene, en boca de Guillermo, una breve relación de la toma de La Goleta contra los turcos (1535), de la que existen numerosas relaciones históricas con las que Villalón coincide en lo esencial, como las de García Cereceda, Gonzalo de Illescas o Sandoval. Enlaza las campañas imperiales de Túnez, Saboya y Provenza, en la guerra con Francisco I de Francia. Alude a la muerte del célebre capitán Antonio de Leyva y a la “Tregua de Niza”. Una referencia vaga a “poner en ejecución imperiales pensamientos para el servicio de Dios en engrandecimiento de la fee” se relaciona con el proyecto carolino de organizar una nueva cruzada contra el Turco, hasta Constantinopla, en la que por esas fechas quiso implicar al rey francés. También se refiere Guillermo a la batalla de Pavía de 1525 donde cae preso Francisco I y al cerco de Viena de 1532, uno de los éxitos imperiales en la Europa amenazada por los turcos –estando él en Ratisbona–, pese a lo cual el imperio otomano acabará por hacerse con el dominio del mar. (Véase también nota 33).
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Teatro: Los elogios de Bartolomé Torres Naharro (c.1485-c.1530/1540) y Juan del Encina (1468-1529), en voz de Guillermo, son los únicos que se hacen de autores literarios, en contraste con la pléyade de pintores y sobre todo músicos citados. Los términos del encomio de Torres Naharro indican que no solo valora en él al dramaturgo y al poeta, sino también al teórico del teatro, por lo que seguramente conoció la "Propalladia" (Nápoles 1517; Sevilla 1520), cuyo prólogo, con amplio dominio de la preceptiva dramática grecolatina, establece la primera exposición teórica relevante del teatro renacentista europeo distante de la rigidez normativa. Las menciones de Villalón de ‘tragedias’ y ‘comedias’ insinúan que ha captado la novedad del dramaturgo dividiendo sus comedias en 'a fantasía' y 'a noticia', pero separándose de la poética aristotélica al fundir final feliz, o enredos de pura invención, con personajes nobles o asuntos de carácter histórico, propios tradicionalmente de la tragedia. No hay que descartar puntos de afinidad ideológica, basados en el erasmismo común a ambos. Más parco es el elogio de Encina, pero significativo puesto que lo debe de distinguir de otros precisamente por ser no solo autor teatral, sino poeta y destacadísimo músico polifónico. M. Newels (1974: 134) subrayó el interés de esta obra para fijar los sentidos de las voces ‘farsa’ y ‘comedia’. Guillermo pondera en particular a “los Correas”, dos hermanos cómicos toledanos de los que hay otras noticias, cuyos artificios de representación admiran al defensor de los modernos. Profetti (1995: 76) considera a Villalón autoridad sobre los Correas.
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Teología: Palidecen los teólogos presentes en contraste, según Alberto, con los padres de la Iglesia (Jerónimo, Agustín, Crisóstomo, Ambrosio, Cirilo, Orígenes), entre los que también se desliza algún teólogo medieval ejemplar, como Buenaventura o Tomás de Aquino. Aunque la lista no es idéntica, coincide con Erasmo en el aprecio por esos padres de la Iglesia precisos, entre otros lugares en Antibarbarorum liber (ASD I, 1, 78, 85-86, 124-125, 127-129); el único solo mencionado por Villalón es Cirilo (que podría estar subsumido en las expresiones “in plerosque alios”, “consimiles viros”, “aliisque mille” de Erasmo, ASD I, 1, 86, 90 y 97 respectivamente). Vuelve a coincidir (más por la mediación de Erasmo) con lo que dice en El Scholástico III, ix, 222. Guillermo, al defender a los teólogos modernos se extiende en consideraciones generales sin nombres, pero es claro que aprecia en grado sumo a los contemplativos: “vasos rellenos de caridad y spíritu de Dios; muchos contemplativos de gran spíritu, simplicidad y humildad, y grandes personas que en obras heroicas consumen el tiempo, destribuyendo las haciendas por los pobres de Jesucristo, conforme a las leyes de perfeción.”
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Varia lección: El título de la obra da idea de la amplitud de los temas tratados y de la doble perspectiva practicada para la varia lección: “En la cual se disputa cuándo hobo más sabios, agora o en la antigüedad, y para en prueba desto se traen todos los sabios e inventores antiguos y presentes en todas las ciencias y artes”.
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Dos son solo los interlocutores del marco, Gaspar y Jerónimo, pero hay cuatro más que discuten en el diálogo que el marco recuerda. En el diálogo principal, Jerónimo refiere a Gaspar un encuentro anterior entre varios amigos del que éste estuvo ausente. A instancias de Gaspar, recuerdan entre los dos una sesión previa en la que se sostuvo la decadencia presente de las letras, con cuatro interlocutores (Gabriel, Guillén, Guillermo y Alberto) que se unieron a ellos dos. En la sesión recordada, Gabriel sostuvo que la influencia de las estrellas sobre las «mudanzas y sucesos» en las cosas del mundo es la causante de la degeneración, frente a Guillén, que pensaba con Lucrecio que la vejez del mundo es la responsable del descaecimiento presente; un tercer personaje, Guillermo, se opone a los anteriores y a su nivel de abstracción, para sostener, en términos más concretos, que la crisis de las buenas letras se explica por la negligencia de los patronos de las universidades, por ejemplo en la contratación del mejor profesorado. Los recuerdos comunes de los personajes del marco terminan ahí, porque al haberse ausentado Gabriel, es Jerónimo quien ahora le refiere lo ocurrido en la velada anterior. Un cuarto personaje se había sumado a la lid la noche de autos, Alberto, que también se opone a la tesis de Guillermo: a su juicio, la degradación del mundo intelectual no depende de los patronos de las universidades, factor que se le antoja muy concreto y trivial si se compara con el nuevo nivel de abstracción que él quiere imponer a la controversia: la incomparable sabiduría de los antiguos; ello da a sus intervenciones un exhibicionismo erudito no ajeno ni al modelo erasmiano seguido ni al de otro escritor de moda, fray Antonio de Guevara, cuyos "Marco Aurelio" y "Relox de príncipes" se habían publicado respectivamente, desde 1528 y 1529, en Valladolid, la misma ciudad en la que con seguridad poco después escribe y reside Villalón. Análogo concurso entre pasado y presente, lugar común desde la literatura romana, subyace, aunque no con intención idéntica, en la obra de Guevara. Sin que ello lo requiera, la crítica más antigua interpretó a Gaspar y Jerónimo como personificación de interlocutores históricos. Gaspar coincide con Gaspar de Mendoza, natural de Valladolid, que también es personaje en otra obra del autor, "El Scholástico", sin descartar nuevas posibilidades. Jerónimo se ha identificado con D. Jerónimo Suárez Maldonado, en 1515 colegial de San Bartolomé de Salamanca, luego oidor de la Chancillería de Valladolid y del Consejo Supremo de la Inquisición, fallecido en 1545 (Serrano y Sanz 1898: 133, n. 2). Lo mismo ha ocurrido con los interlocutores del diálogo de segundo grado o referido, a los que se les han atribuido referentes reales (Serrano y Sanz 1898: 133, nn. 3, 4, 5 y 6).
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Nada se especifica sobre la categoría o profesión de los dos interlocutores del marco, ni tampoco de los del diálogo referido. Las cortesías intercambiadas al inicio permiten deducir que se trata de amigos residentes en Valladolid, con probable condición de caballeros y esa cualidad de sabios o curiosos indefinidos que puebla tantos diálogos renacentistas.
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Serrano y Sanz (1898: 67, n. 1) añade: “Hállase encuadernado en pergamino con otros dos opúsculos en un tomo que lleva el siguiente título en letra del siglo XVI: 'Quatro tratados muy antiguos, Juntados por Don Gutierre de Terán, en el balle de Iguna, Montañas y Arçobispado de Burgos. Dedicado á Don Baltasar de Zúñiga y Abila, Gentilhombre de la Cámara de Su Magestad y Comendador de Daymiel, de la Orden de Calatraua, hijo segundo del Excelentíssimo Señor Marqués de Myrabel'. Aunque según dice el título debía haber cuatro libros, solamente contiene tres: 1º Tractado de Vita beata: fecho e côpuesto por el Honrado e muy / discreto varón Juan de lucena êbaxador y del consejo del rey. In / titulado al Serenissimo Principe e glorioso rey Don Juan el según / do: en nombre de Castilla de inmortal memoria.- 2° Breue summa lla / mada Sossiego y descanso del ani / ma, IHS. M.D.XLI. […] Sigue La Ingeniosa comparación. Este volumen perteneció al Conde de Poeting, como se ve por estas iniciales que hay al principio: F. E. C. D. P. (Francisci Eusebii Comitis de Poeting). En la cubierta se leen las fechas 1539 y 1665; ésta es al parecer de mano del Conde de Poeting”.
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Se reimprime en sendas ediciones divulgativas en A Coruña: Órbigo, 2015 y Valladolid, Maxtor, 2020.
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