Repertorios bibliográficos |
Antonio, N. Nova, I, págs. 386-387 (s.v. Fernando Pérez de Oliva)
[6]
Gómez, n. 120
Palau, XIII, n. 221.827 (en nota, sub. ed. 1586)
Valdenebro. Córdoba, n. 23 (sub. ed. 1586)
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Notas |
[1]
Así se lo designa en las líneas introductorias al diálogo: “Dialogus inter Siliceum Arithmeticam et Famam Hispana lengua eademque castellana a Fernando Oliva eiusdem Silicei discipulo compositus”.
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Discípulo de Juan Martínez Silíceo.
[3]
Juan Martínez Silíceo, arquetipo del cristiano viejo, fundó sobre una estrecha alianza entre rigorismo religioso y disciplina intelectual su fulgurante carrera, que le condujo desde el mundo universitario hasta la cumbre de la Iglesia castellana, pasando por los círculos cortesanos y la casa del príncipe heredero en particular. En su “Dialogus inter Siliceum Arithmeticam et Famam”, Fernán Pérez de Oliva testimonia que el cultivo de la aritmética, para Silíceo, fue complementario de la ascesis espiritual en fechas muy tempranas. En efecto, Arithmetica dirige a Siliceus un verdadero sermón en el que presenta la práctica de la disciplina intelectual y la humildad como medios para alcanzar una fama verdadera. Más de treinta y cinco años más tarde, en el “De divino nomine Iesus per nomen tetragrammaton significato” (Toledo, Juan Ferrer, 1550), Silíceo ilustraría a su vez, desde la vertiente estrictamente espiritual, el vínculo estrecho que une aritmética y ascética. En los cuatro primeros capítulos de este tratado, en efecto, expone una ardua meditación sobre el nombre de Jesús en la que se hermanan un ascetismo medieval sin concesiones y unas demostraciones aritméticas y lógicas igual de exigentes.
[4]
Aritmético, filósofo, profesor de las universidades de París y de Salamanca, preceptor de Felipe II, obispo de Cartagena y arzobispo de Toledo.
[5]
El Dialogus de Pérez de Oliva es un avatar precoz de un género que conocerá su verdadero punto de partida, a partir de la década siguiente, cuando empiece a exaltarse el sentimiento imperial. Es un ejemplo de la empresa de dignificación de la lengua vernácula frente a las lenguas antiguas. Manifestando el prestigio del castellano los humanistas querían demostrar que iguala al latín en prestigio. Es pues de suponer que lo que se busca aquí no es una mera yuxtaposición de los dos idiomas sino, más bien, la fusión de los propios. Sobre este punto, véase Ruiz Pérez (1991).
[6]
Por error indica que el Dialogus se publicó en París, en 1518, junto a la Arithmetica de Silíceo. Véase lo indicado en nota 7.
[7]
Se cita una edición de 1518 originada en un error del primer editor de las obras de Pérez de Oliva en el siglo XVI, Ambrosio de Morales, quien en la edición de las obras de su tío (véase testimonio 2), incluyó el Dialogus en primera posición (conforme a la cronología de la producción de Pérez de Oliva), precedido de una nota “Al lector” con datos editoriales erróneos: “Imprimióse en París el año de M.D.XVIII. y otras vezes después”. De ahí toma la noticia Nicolás Antonio y los bibliógrafos del siglo XIX y XX, incluido Palau. En Impresos científicos españoles, n. 519, llega a localizarse un ejemplar de esta supuesta edición parisina de 1518 en la Biblioteca Nacional de España, con signatura R-24288, remitiendo al Catálogo Colectivo del S. XVI y a Picatoste; sin embargo, como puede comprobarse en la descripción tipobliográfica ofrecida en esta ficha, se trata de un ejemplar de la edición de 1514. Lo cierto es que el diálogo solo figura en la princeps de 1514. De hecho, las varias reediciones de la obra de Silíceo, con el tratado aritmético abreviado en algunas de ellas, prescinden en su totalidad del “Dialogus inter Siliceum Arithmeticam et Famam” [de Fernán Pérez de Oliva]. Nos referimos a las parisinas de 1519 (ex off. Henrici Stephani), 1526 (apud Simonem Colinaeum), 1540 (apud Ioannem Roigny) y 1542 (ex officina Prigent Calvarin), y a la que sale de las prensas valencianas de Juan Mey en 1544.
[8]
El Diálogo va precedido de una nota de Ambrosio de Morales “Al lector”, en las h. sign. (dos hojas acorazonadas) 2v-3r, en la que justifica las circunstancias y motivación de su escritura y, por error, indica “Imprimiose en París el año de M.D.XVIII (sic) y otras vezes después”, lo que ha motivado una edición imaginaria que se ha repetido insistentemente. Véase nota 6.
[9]
Se mantiene la nota que Ambrosio de Morales incorporó en la edición de 1586, dirigida “Al lector”, en las págs. V-VI].
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