Notas |
[1]
La obra se divide en una introducción y nueve partes, encabezadas solamente por el símbolo de parágrafo y una numeración sucesiva. El diálogo, sin embargo, es todo continuo, sin saltos ni interrupciones, de principio a final.
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Encabezando la obra, aparecen, por este orden, los siguientes preliminares: Una aprobación eclesiástica, firmada por Francisco de Alemán, de la Compañía de Jesús (Sevilla, 2 de abril de 1641); una licencia eclesiástica, expedida por el doctor don Francisco del Carpio, provisor y vicario general del arzobispado de Sevilla (Sevilla, 27 de abril de 1641); una aprobación civil, que, por comisión de don Juan de Góngora (del Consejo de Su Majestad y oidor de la Real Audiencia de Sevilla), extiende el licenciado don Juan de Silva (Sevilla, 6 de junio de 1641); una licencia civil, otorgada por Alberto Romero del Álamo, en nombre del oidor don Juan de Góngora (Sevilla, 6 de junio de 1641); una aprobación eclesiástica, suscrita por el doctor don Andrés Bermúdez Carpio, catedrático de Teología en el Colegio de Santa María de Jesús (Estudio General y Universidad de la ciudad de Sevilla) y canónigo magistral de la Santa Iglesia de Cádiz (25 de octubre de 1640); un laudatorio poema latino del licenciado Juan Álvarez de Alanís; y la mencionada dedicatoria de Juan de Robles a don Pedro Colón de Portugal y Castro (Sevilla, 15 de junio de 1641).
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Se presentan dos posiciones argumentales opuestas, a favor y en contra del uso de la barba en los sacerdotes, moda que, procedente de Italia, se había instaurado, al parecer, recientemente en España en tiempos del autor (allí la practicó el papa Clemente VII como señal de luto tras el saqueo de Roma de 1527, y como él la adoptaron muchos clérigos en todo el occidente cristiano: véase el arcediano del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma de Alfonso de Valdés). En la parte I, se habla de las maneras de vestirse según los tiempos, lugares y personas, de manera que la indumentaria viene a ser como una segunda naturaleza y un lenguaje especial de comunicación entre los humanos. Y en la parte VI, se refieren las costumbres de algunos sacerdotes al oficiar la misa, como dejarse crecer una uña del dedo con la que cortar la hostia consagrada o meter involuntariamente la barba en el cáliz, etc.
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Alimentación.- En la parte I, el Sacerdote 2, para justificar la existencia de la barba en el hombre, explica la procedencia de la misma como resultado del proceso de alimentación natural en el ser humano: el cabello es una especie de tejido protector, especialmente de la cabeza, de que nos ha dotado la naturaleza.
Crítica de costumbres.- Como argumento en defensa de la barba, se critica la costumbre de que los hombres, en determinados lugares y momentos históricos, se hayan rasurado la barba y otras partes del cuerpo.
Derecho.- Con frecuencia se alegan cánones eclesiásticos en defensa del uso de la barba en los religiosos.
Dietética.- Como se ha indicado, el Sacerdote 2, en la parte I de la obra, justifica la procedencia de la barba como resultado de la alimentación natural del hombre: la naturaleza nos ha dotado de los cabellos para proteger nuestro cuerpo y, en especial, la cabeza.
Historia.- Se alegan argumentos de carácter histórico a favor del uso de la barba en los eclesiásticos. En la parte VI, se alude a figuras históricas: reyes (Felipe II), arzobispos de Sevilla y otros personajes conocidos por el propio autor (el canónigo Francisco Pacheco, el abad Alonso Sánchez Gordillo...).
Medicina.- Ya se ha dicho que, en la parte I, el Sacerdote 2 explica el origen de la barba como resultado del proceso de alimentación natural en el ser humano y justifica su existencia como elemento protector del cuerpo, particularmente de la cabeza.
Mujer.- En la parte II, se manifiesta la misoginia del autor, pues argumenta que la barba identifica al varón como ser de naturaleza superior a la de la mujer.
Sucesos particulares.- En la parte VI, se refieren brevemente algunos acontecimientos vividos por el propio autor, durante el tiempo en que estuvo al servicio de los arzobispos de Sevilla Pedro de Castro y Fernando Niño de Guevara.
Teoría de los saberes.- En la parte III, se expresa rotundamente que el conocimiento no debe guiarse solo por los juicios de las autoridades, sino también, y sobre todo, por pruebas experimentales.
Varia lección.- Con frecuencia los dialogantes recurren a textos y pasajes de autores de muy diversa índole en defensa de sus respectivas posiciones argumentales a favor y en contra del uso de la barba en los eclesiásticos.
[5]
El Sacerdote 1 representa a un clérigo joven e inexperto, que oficia claramente como discípulo en la confrontación dialéctica. En cambio, el Sacerdote 2, que ejerce como maestro, es una clara personificación del propio Robles, pues es anciano, como él en el momento en que publica este diálogo, y escribió una serie de obras, cuyos títulos coinciden con las de nuestro autor. De la misma manera que Robles, el Sacerdote 2 estuvo al servicio de los cardenales de Sevilla Pedro de Castro y Fernando Niño de Guevara, de los que refiere experiencias personales, e igualmente relata episodios biográficos de personajes que conoció el propio Robles o de los que tuvo referencia directa: el maestro Francisco de Medina, el doctor Pedro de Valencia (discípulo del Brocense), el doctor Benito Arias Montano y el licenciado Francisco Pacheco.
[6]
Injeridos en el texto castellano, aparecen con alguna frecuencia frases y fragmentos en latín, procedentes por lo general de libros bíblicos y decretos o cánones eclesíasticos.
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