[1]
Este diálogo está dividido en dos partes. En la primera de ellas, el bachiller Narváez -conocido como el Porfiado por su manía de discutirlo todo y de llevar la contraria a todos- hace gala de su fama de erudito polemista con sus tres contertulios, en una conversación en la que se tratan asuntos de muy diversa índole. Y la segunda parte, dedicada a referir las excelencias del asno, es casi en toda su extensión un modelo de pieza oratoria en la que el bachiller Narváez luce sus conocimientos eruditos, dialécticos y retóricos.
[2]
El gran tema que subyace en todo el diálogo -y se ejemplifica por medio del porfiado Bachiller Narváez- es el del adecuado uso en la transmisión de la información; o dicho de otro modo, la dialéctica y la retórica deben supeditarse a los criterios de la ética, circunstancia que no siempre se produce.
[3]
Sevilla es el marco espacial en el que se desenvuelve el diálogo, con alusiones a algunos lugares específicos o de la ciudad o de sus alrededores, como las riberas del río, adonde algunos interlocutores se dirigen para pasear, tras concluir la charla.
[4]
Se censura la soberbia del humanista que, pertrechado de una erudición mal asimilada, se cree en posesión exclusiva de la verdad y con derecho a refutar todo lo que dicen los demás.
[5]
El humanista del Renacimiento debe vigilar para que el conocimiento y su difusión estén sometidos a los dictados de la ética, pues -en caso contrario- existe el peligro de manipulación de las masas populares, menos preparadas intelectualmente.
[6]
En toda la discusión subyace la idea de la relatividad del conocimiento, pues casi todo él depende de la perspectiva con que se aborde, por lo que la epistemología debe estar regida por unos claros y rotundos principios morales.
[7]
A lo largo de la conversación, se utilizan pasajes de diversos autores grecolatinos como argumentos de autoridad que refrendan las tesis defendidas por los interlocutores en sus enfrentamientos dialécticos.
[8]
Paulo y Ludovico son dos personajes sevillanos, que intervienen igualmente en otros diálogos de la obra; Fabián es un barcelonés, de paso por Sevilla, que está interesado por conocer al Bachiller Narváez, cuya fama de polemista ha llegado a sus oídos; y Narváez personifica al humanista engreído y atiborrado de erudición.
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