[1]
Este diálogo está dividido en dos partes, contando la segunda, a su vez, con dos subdivisiones, poseyendo cada cual sus titulillos particulares. En el Coloquio primero del convite se encuentran los interlocutores tras oír misa en la catedral y conciertan reunirse al día siguiente en casa de don Bermudo para celebrar un almuerzo. El Coloquio segundo del convite recoge el momento en que se celebra este encuentro gastronómico y, al final, dispone de una Segunda parte el Coloquio convival, en la que se debate el asunto de si es más saludable alimentarse de un solo manjar o mezclar varios en una misma comida.
[2]
Todo el diálogo, especialmente en la segunda parte del Coloquio segundo, versa sobre el asunto de la alimentación humana y si es más saludable comer de un solo manjar o de muchos.
[3]
Especialmente en la última parte del Coloquio segundo del convite, se debate sobre la idoneidad de la dieta única -que defiende Antonino- o de la dieta variada -que propugna Arnaldo-.
[4]
Sevilla es el marco espacial en el que se desenvuelve el diálogo, especialmente en la primera parte, cuando tiene lugar el encuentro entre los interlocutores, a la salida de misa en la catedral, y quedan emplazados para una comida al día siguiente en casa de don Bermudo. Se alude al castillo de San Jorge, en el arrabal de Triana, sede de la Inquisición en aquella época.
[5]
Se refieren algunas costumbres de los sevillanos en aquella época, como el reunirse en el interior de la iglesia mayor para conversar, la asistencia de los menos madrugadores a la misa de los perezosos en la catedralicia capilla de Escalas, la moda de comer borrajas o usar cabellera corta porque el emperador Carlos V impuso este uso o la costumbre de mantener una amante, como en el caso del padre de don Bermudo.
[6]
Se relacionan algunos de los grandes banquetes que celebraron los emperadores romanos y otros personajes históricos.
[7]
En un chascarrillo, se alude al peligro que corre de ser denunciado ante el tribunal del Santo Oficio quien, siendo converso, muestre indicios de conservar costumbres propias de su antigua religión.
[8]
Se alude al hundimiento del cimborrio de la catedral (1511), recién terminada de construir.
[9]
Constantemente, a lo largo de la conversación, se describen usos y costumbres de la Antigüedad -especialmente en lo que se refiere a las comidas-, extraídos de muy diversos autores grecolatinos y referidos por los personajes humanistas del diálogo: Antonino, Arnaldo y el Maestro Velázquez.
[10]
En el diálogo se perfilan claramente dos grupos de interlocutores: el de los humanistas (Antonino, Arnaldo y el Maestro Velázquez), quienes ponen sus conocimientos al servicio de la conversación, y el de los caballeros (don Bermudo, Ordoño y Baltasar), cuya misión consiste en escuchar con atención, preguntar sobre cuestiones de interés y solazar la charla con ocurrencias y facecias. Antonino aparece en la obra como un alter ego del propio autor.
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